Lectura del libro del Éxodo.
Cuando Moisés bajó de la montaña del Sinaí, trayendo en sus manos las dos tablas del Testimonio, no sabía que su rostro se había vuelto radiante porque había hablado con el Señor. Al verlo, Aarón y todos los israelitas advirtieron que su rostro resplandecía, y tuvieron miedo de acercarse a él. Pero Moisés los llamó; entonces se acercaron Aarón y todos los jefes de la comunidad, y él les habló. Después se acercaron también todos los israelitas, y él les transmitió las órdenes que el Señor le había dado en la montaña del Sinaí. Cuando Moisés terminó de hablarles, se cubrió el rostro con un velo. Y siempre que iba a presentarse delante del Señor para conversar con Él, se quitaba el velo hasta que salía de la Carpa. Al salir, comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había ordenado, y los israelitas veían que su rostro estaba radiante. Después Moisés volvía a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba de nuevo a conversar con el Señor. Palabra de Dios.
Comentario: Moisés, después de bajar del Sinaí, se constituye en el mediador adecuado para interpelar a su pueblo ante Dios: Habla cara a cara con Dios, es escuchado y obtiene su favor. Su intervención ha servido para establecer la nueva Alianza con Dios, pero también para asentar la autoridad de Dios reflejada en las tablas de la Ley.
R. ¡Santo eres, Señor, Dios nuestro!
Glorifiquen al Señor, nuestro Dios, adórenlo ante el estrado de sus pies. ¡Santo es el Señor! R.
Moisés y Aarón, entre sus sacerdotes, y Samuel, entre los que invocaban su Nombre, clamaban al Señor y Él les respondía. R.
Dios les hablaba desde la columna de nube; ellos observaban sus mandamientos y los preceptos que les había dado. R.
Glorifiquen al Señor, nuestro Dios, y adórenlo en su santa Montaña: el Señor, nuestro Dios, es santo. R.
Aleluia. «Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. Palabra del Señor.
Comentario: A veces pareciera que es más fácil adiestrarnos en los negocios del mundo que en los «negocios» espirituales, puesto que los primeros siempre se miden por sus ganancias materiales y los segundos solo se obtienen con la fe y el amor. Esto no significa que sea difícil encontrar las riquezas de la vida espiritual, sino que debemos asesorarnos con quienes buscan los tesoros de Dios. Él nos ha dado muchos medios para encontrarlo: su Palabra, la vida sacramental, devoción a la Santísima Virgen o a los santos, los ángeles y tantas personas de buena voluntad que viven una vida ejemplar.
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Gloria y honor a ti Señor Jesús… 🙏🤍✝️🇨🇱🙋🏻♂️