En este último domingo de junio la comunidad cristiana celebra el 12° del Tiempo Ordinario. En la celebración eucarística acogerá textos bíblicos hermosos y significativos (cfr. Jer 20, 10-13; Sal 68, 8-10. 14. 17. 33-35; Rom 5, 12-15; Mt 10, 26-33). El evangelio es una invitación al valor, a no tener miedo, que se repite tres veces en este breve pasaje: “no les tengan miedo. No hay nada encubierto que no se descubra, ni escondido que no se divulgue…” (v 26). “No teman a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma; teman más bien al que puede arrojar cuerpo y alma en el infierno…” (v 28). Finalmente, la tercera exhortación, “no les tengan miedo”, presente en el verso 31.
Por otra parte, el Señor invita a la confianza: “No hay nada encubierto que no se descubra, ni escondido que no se divulgue” (v 26) y la seguridad de que siempre estamos en sus manos, confianza que nos asegura en los versos 29-30: “¿No se venden dos gorriones por pocas monedas? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin permiso del Padre de ustedes. En cuanto a ustedes, hasta los pelos de su cabeza están contados. Por tanto, no les tengan miedo, que ustedes valen más que muchos gorriones”.
Consideremos en nuestras reflexiones de este domingo que el Señor anunció la posibilidad cierta de dificultades, dolores y sufrimientos. Si a Él, también a nosotros, es una constante bíblica. Su vida entera fue signo de contradicción, todo ello culminando con el gran misterio de la cruz. No obstante, nos dio testimonio de amor y fidelidad, sobre todo a su Padre, hasta entregar su vida en la cruz por amor a nosotros y nuestra salvación (cfr. Credo).
Somos conscientes que cada cual debe luchar con dificultades y tropiezos personales, también familiares y otros, incluso en ocasiones estos pudieren provenir de la misma comunidad cristiana. El llamado, no obstante, es a seguir perseverando en el camino del bien -a ponerse de pie- fortalecidos por el testimonio de Cristo, de los santos y mártires, como de tantas otras personas buenas que el Señor permite encontremos en el camino de la vida, que nos ofrecen palabras de aliento y esperanza, como motivación para seguir adelante.
La confianza en Dios, siempre estamos en sus manos, es una gran certeza. Ésta nos acompaña a lo largo de nuestra vida, sobre todo en momentos complejos y dolorosos como aquellos que cada cual habrá vivido y ciertamente se presentarán en el porvenir.
En la Eucaristía dominical la comunidad se renueva en el valor, la confianza y la fortaleza al alimentarse de la Palabra del Señor, de su Cuerpo y Sangre, como del testimonio fraterno de los celebrantes. ¡El Señor que ha vencido el dolor, el sufrimiento y la muerte, es su verdadera confianza!