Muy queridos lectores, el mes de mayo nos invita a reflexionar sobre el trabajo. Creo que el trabajo es la forma más efectiva y duradera de revertir la pobreza. Aun así, hay gente que trabaja y está en situaciones de pobreza o cercanas a ella. Creo que es necesario que busquemos el equilibrio. Es decir, aceptamos la dificultad que existe por superar la pobreza y objetamos pensar que la carencia es inevitable para una parte de la humanidad. La pobreza debe ser un estado transitorio en la inmensa mayoría de la población. De modo que podemos decir a nuestra Latinoamérica: la pobreza es remediable, más allá de las dificultades en concretarlo.
Sin duda que el fenómeno de la pobreza es producido por muchas causas, las cuales suelen estar interrelacionadas, pero por ahora señalo tres. Aquí vale una advertencia, este no es un tema gratuito ni tranquilo, ya que al indicar las causas de la pobreza, siempre habrá una persona o grupo que se verá aludida, que a veces cambiará su conducta o (más frecuentemente) nos tomará como sus enemigos. Me ha pasado en varios lados, pero a continuación mi reflexión apunta a estas:
1) La ineficacia política. Ejercer cargos públicos no es tarea fácil, pero lo mínimo que se puede pedir a quien desee ejercer estas funciones, es que lo haga con honestidad y capacidad. Nosotros, basados en los valores cristianos, defendemos la democracia, con dirigentes que sean capaces de ofrecer soluciones a las situaciones de miseria e injusticia que sufre el pueblo
No hacer nada ante los problemas sociales supone el mayor fracaso para un político, porque no han sido elegidos sólo para discutir, sino para solucionar problemas. Tenemos hacia los representantes del pueblo una actitud de respeto y esperanza: Confiamos en su capacidad de transformar la realidad social. Un buen gobierno siempre buscará crear empleo. Pero no basta con eso, porque habrá que promover los sueldos y las condiciones de trabajo dignas. Al mismo tiempo, permitirá que la patronal aumente su capital. Repetimos, es una cuestión de equilibrio.
Recordando el suceso que dio lugar al día del trabajo, decimos que ayer como hoy, deseamos que los miembros de las clases dirigentes sean gestores honrados y eficientes, que encuentren soluciones a los problemas reales del pueblo. Desgraciadamente, la realidad nos muestra que, en no pocos casos, los políticos dedican una importante parte de su tiempo a debates infructuosos o a buscar desesperadamente perpetuarse en el poder. Procrastinar la búsqueda del propio bienestar a costa del prójimo, lo vemos en muchos lados, entre ellos en el político. Pero algo peor, muchos gobiernos, ya sea de centro derecha, centro izquierda o liberales, han caído en la corrupción. Ninguna ideología tiene el monopolio del bien ni del mal. Es constatable que han desviado grandes masas de dinero destinados al bien del pueblo para su provecho personal. Clama al cielo enterarse de dirigentes que se han enriquecido ilícitamente, lavando dinero o practicando el favoritismo político. Esto se agrava cuando va seguido de políticas equivocadas, poco eficientes, con personas con pocas luces. A veces me pregunto: ¿Por qué nos hemos acostumbrado que deshonestos o incapaces nos gobiernen? Reflexionemos que cuando se vota tan mal puede haber complicidad de cierta parte de los votantes, que suponen que ese tipo de gente les puede mejorar la vida, no a todos, sino a ellos. Pasemos brevemente a las otras dos.
2) El delito. La actividad criminal enriquece ilícitamente a algunos individuos y produce en otros, miserias y marginación. No conozco un solo país donde el crimen sea fuerte y la pobreza haya disminuido. El delito tiene muchas caras: narcotráfico, estafas, negociados, robos, mafias, extorsiones, secuestros, trata de personas, venta de órganos, juego ilegal, etc. Muchos de estos delincuentes viven en barrios marginales, otros son “ladrones de guante blanco” que habitan en barrios privados o en grandes mansiones. Mucho de este dinero ingresa “lícitamente” al mercado a través del lavado de dinero. El crimen es siempre un mal, pero es letal y difícil de erradicar sobre todo cuando se constituye en crimen organizado.
El delito, hay que decirlo, cuenta en muchos lugares de Latinoamérica con la complicidad de integrantes del poder judicial, ejecutivo y legislativo. Sabemos que hay muchas personas de las fuerzas policiales y de seguridad que delinquen, deshonrando su uniforme. Incluso, cada tanto encontramos representantes religiosos implicados: pastores evangélicos, sacerdotes, rabinos, clérigos islámicos y líderes budistas.
Lo que veo es que la actividad criminal desalienta al justo, amedrenta al trabajador, generando en ellos una mezcla de miedo y rabia. Por ejemplo, mucha gente buena vive aterrorizada por la acción de las maras en Centroamérica. El crimen mantiene en la pobreza, enferma, hiere… mata.
3) El pobre mismo. Esto lo he visto después de miles de visitas domiciliarias a los indigentes. Hay hombres y mujeres que se mantienen en la escasez o la agravan por una serie de fallos personales. Podemos citar la pereza, adicciones, la falta de formación, el no saber administrar el dinero, las malas influencias, ciertas discapacidades físicas o mentales, enfermedades psicológicas, alteraciones en la conducta etc. Muchos han tenido una subalimentación en su primera infancia, arrastrando graves problemas de aprendizaje. Otros han quedado devastados por el consumo de drogas ilícitas.
Es decir, no toda la culpa la tienen “los de arriba”. En parte, se es responsable de pobreza, cuando se acepta subsidios o planes sociales de manera crónica, renunciando al deber de trabajar. Cuando se prefiere delinquir actuando fuera de la ley. Sobre este tema, he conocido padres que enseñaban a sus propios hijos a robar. Otros adiestraban a mendigar a sus hijos pequeños o prestaban sus bebés para que otros los lleven a mendigar. Digo estas cosas negativas ciertas, que no anulan el ejemplo de los millones de personas que viven en situaciones precarias con enormes valores y que luchan por salir de la situación de pobreza.
No obstante, con alegría, veo que muchas congregaciones religiosas, asociaciones laicales, grupos parroquiales y diocesanos sostienen muchos interesantes proyectos sociales. Unos mejor que otros. Incluso así, creo que como cristianos debemos hacer más de lo que estamos haciendo. Y se puede. Recordando que una lucidez que desemboca en la inacción no es propia de un bautizado. Retengamos que Jesús no vivió en un tiempo tranquilo. Todo lo contrario. Pero desde su amor incondicional, abrió caminos de dignificación y recuperación.
Hemos visto algunas causas de la pobreza en este mes del trabajo. Pidamos a Jesús hombre del trabajo y a san José obrero que nos ayuden a trabajar por una Latinoamérica más digna, más vivible. Como siempre, les dejo las infaltables preguntas: ¿Me considero una persona trabajadora? ¿Cómo soy en el trabajo? Finalmente, ¿qué estoy haciendo en lo concreto por remediar la pobreza?
Andrés R. M. Motto, CM