Con el estreno de la película El Exorcista del Papa, el nombre de Gabriele Amorth se ha hecho más conocido en ámbitos fuera de la Iglesia. Sacerdote, escritor y eterno luchador en contra del mal, ¿quién era el personaje que inspiró la cinta? El P. Amorth era universalmente conocido como exorcista de la diócesis de Roma, discípulo del padre Pasionista Cándido Amantini, exorcista en la Escala Santa. Numerosos fueron sus libros publicados –algunos de ellos en SAN PABLO– y traducidos en varios países sobre el tema del demonio y de los males espirituales. Innumerables fueron las entrevistas concedidas semanas a periódicos y televisiones. Colaboró con la sección Diólogos sobre el más allá en el semanario paulino Crédere y Relatos de un exorcista en Radio María. Pero su vida y misión, de fiel discípulo del P. Alberione como era y se sentía él, sobrepasan con mucho esta dimensión, ciertamente encomiable, y asumen un color decididamente paulino.
Nacido en Módena (Italia) el 1 de mayo de 1925 de Mario y Josefina, quinto de seis hijos varones, el P. Gabriel entró en la Congregación en Alba el 25 de agosto de 1947. Cinco años antes, en plena guerra, había tenido en Roma un coloquio privado con el Primer Maestro, que le impactó determinantemente. Deseoso desde niño de consagrarse al Señor, en el verano de 1942 había sido acompañado a Roma por su párroco de Módena para un primer contacto con algunos institutos religiosos. Había llamado al principio a la puerta de los Pasionistas, pero por un descuido no le recibieron. Llegado a la sede romana de la Sociedad de SAN PABLO, entonces en la calle denominada Grottaperfetta, fue recibido personalmente por el Primer Maestro, quien enseguida percibió su vocación paulina, le invitó a terminar los estudios clásicos y volver después. Gabriel, con 17 años, en aquella ocasión “se benefició”, él y sus familiares, con el famoso “voto de protección” hecho por el Primer Maestro a la Reina de los Apóstoles, que determinaría, una vez comprobado (efectivamente en la Segunda Guerra Mundial no murió ningún miembro de nuestra Familia religiosa), la hora de lanzarse a la construcción del imponente santuario que hoy representa nuestro centro mariano mundial.
Vuelto a Módena, después del Armisticio (8 de septiembre de 1943) participó en la lucha partisana en la región de Emilia, llegando a arriesgar la vida más de una vez. Esta fase de su biografía, quizás poco conocida al gran público, saltó al proscenio de la crónica el pasado 8 de septiembre, cuando, en manos de una persona intermediaria (un sobrino suyo), el Prefecto de Roma Paola Basilone (con la presencia del actual Ministro de la Defensa italiana, Roberta Pinotti) le confirió la Medalla de la Liberación, en reconocimiento de sus méritos civiles durante la ocupación nazista.
Terminada la guerra, militó en la Acción Católica y se doctoró en Jurisprudencia. Por entonces, en el período entre el referéndum institucional (junio de 1946) y las primeras elecciones políticas republicanas (abril de 1948) estuvo a punto de entrar en la vida política. En efecto, adscrito en las filas de la Democracia Cristiana, conoció a Giulio Andreotti y al Siervo de Dios Alcide De Gásperi, primer Presidente del Gobierno de la República italiana. En 1947 Andreotti le invitó, reconociendo sus dotes, a formar parte del grupo de jóvenes intelectuales comprometidos en política, que habrían de conducir a Italia sacándola de las ruinas de la guerra. Gabriel, entonces con 22 años, prefirió en cambio permanecer fiel a la promesa hecha al Primer Maestro y, una vez ingresado en la Congregación, comenzó enseguida el noviciado. Vivió el gozo de la primera consagración religiosa el 8 de septiembre de 1948 en Alba, ratificándola para siempre exactamente tres años después. Los formadores, en sus informes, no dejaron de subrayar un gran “apego a la casa”, su “gran aplicación en el apostolado” y la “profunda vida interior”. El 24 de enero de 1954 fue ordenado sacerdote en Roma par la imposición de manos de monseñor Hilario Roatta.
En Alba el P. Amorth se ocupó de las vocaciones adultas (1954-1956) y fue profesor en los cursos de bachillerato (1956-1958). Sus dotes de animador espiritual rebasaron muy pronto los muros del convento albés y llegaron a la gran Milán: en una carta del 31 diciembre de 1957 firmada por el del P. Agostino Gemelli, fundador de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, y dirigida al P. Alberione, se pedía su presencia en la capital lombarda como asistente eclesiástico para los estudiantes; pero la propuesta no llegó a cuajar. Hombre ecléctico, en aquellos años el P. Gabriel se ocupó también del área de la comunicación, como muestra el hecho de que en 1958 se le pidió, por encargo del Arzobispo de Bolonia, monseñor Giácomo Lercaro, una asesoría en el diario boloñés L’avvenire d’Italia, que 10 años después confluiría junto con L’Italia de Milán en el Avvenire, actual periódico diario de la Conferencia Episcopal Italiana.
De 1959 a 1976, ayudado inicialmente por la Hna. Felicina Luci FSP, fue encargado por el P. Alberione de ocuparse del Instituto Virgen de la Anunciación, en el tiempo de su vivaz época fundacional. Fue un período muy fecundo para las Anunciatinas, que con el entusiasmo de los comienzos, crecieron de número en toda Italia, antes de difundirse por otros países. En 1976 el entonces Superior general, P. Rafael Tonni, le nombró Delegado de la Provincia Italia, rol que desempeñó por unos dos años, no sin dificultades. Tras un breve período de guía de los Cooperadores Paulinos (1978-1980) asumió después, como experto mariólogo que era, la dirección del mensual Madre di Dio. Enamorado de la Virgen y con su pluma sagaz mantuvo egregiamente la publicación durante ocho años. Es significativo que el último libro suyo esté dedicado precisamente a la Madre de Dios (Mi rosario, SAN PABLO). No aparcó ya en aquel tiempo su convicción, expresada siempre sin ambages, sobre la veracidad de las apariciones marianas en Medjugorie, comenzadas en junio de 1981, idea que defendió hasta el final. En 1985, finalmente, el Cardenal Vicario de Roma Hugo Poletti le nombró exorcista de la diócesis de Roma, encargo que mantuvo a lo largo de tantos años, ejerciendo con fiel dedición este delicado ministerio, uniéndolo a innumerables encuentros de oración por todo el mundo.
El P. Gabriel fue siempre un hombre cordial, afable, acogedor, dentro de la franqueza que le caracterizaba. Ayudado de su connatural simpatía, usaba un tono casi bromista con quien le visitaba y era capaz de desdramatizar cualquier situación. Un paro cardio-circulatorio causado por precedentes problemas pulmonares le procuró el fallecimiento, a últimas horas de la tarde del 16 de septiembre de 2016 en el Policlínico Gemelli de Roma.
Libros del P. Amorth disponibles en SAN PABLO.