No importa cuál es el verdadero origen del Conejo de Pascua y los huevitos de chocolate que reparte el día domingo de resurrección, cada año para Semana Santa. Sean sus orígenes en el siglo XIII, en Europa o adaptada en Estados Unidos, con diferentes formas de celebrar en cada país, lo realmente importante es que en esta fecha se celebra la resurrección de Cristo y su gran amor por la humanidad, y el Conejito apareció para ayudar a los niños y niñas a comprender parte de los hechos bíblicos.
Rescatemos de esta historia fantástica el amor hacia el prójimo, la solidaridad, la generosidad, la compasión y también la felicidad de una nueva oportunidad de la vida con el resucitar.
En casa hagamos nuestra propia celebración con aquellas cosas que puedan beneficiar a nuestros niños y niñas, tanto: en la contención, el apego, la cercanía y la generosidad. Este conejo que prepara huevos de chocolate de diferentes colores y tamaños y que anuncia la resurrección de Cristo, generosamente comparte con otros sus huevitos, anuncia la alegría.
Podemos en familia incentivar a nuestros niños y niñas más pequeños a cultivar algunos valores necesarios para una mejor convivencia familiar y en sociedad.
En la búsqueda de huevitos podemos gozar de una instancia de acercamiento y complicidad, compartir y generar momentos de alegría y diversión en conjunto, estimular la curiosidad y fomentar el juego.
Conversar con los pequeños sobre la entrega, dedicación, perseverancia y esfuerzo que realiza el conejo para compartir con todos, lo mismo que el actuar de Jesús con nosotros.
Dra. Sandra Castro Berna, académica de la Escuela de Pedagogía en Educación Parvularia, sede Curicó, de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Católica del Maule.