Los escándalos al interior de la Iglesia han sacudido sus bases, motivado una creciente desconfianza en el Laicado y el juicio de los medios y la sociedad, sin embargo, es necesario ir más allá de las palabras y proponer una reflexión que considere las tareas pendientes, y la sanación para poder enmendar el rumbo y procurar el bienestar de la sociedad en su conjunto y de la fe misma, partiendo por reconocer las debilidades propias de cualquier familia.
En este marco, cada uno de los artículos que presenta éste número de Cuadernos de Espiritualidad, nos señalan un sendero que revela la necesidad de sanación del hombre y de las transformaciones asociadas a ella. Así, a este respecto Juan Carlos Bussenius, s.j. en su artículo que da nombre al #195 de la revista, realiza una argumentación que parte de la revisión del hombre consigo mismo, un reconocimiento de la claridad y la oscuridad que le conforman. El sacerdote jesuita nos cuenta desde una perspectiva psicológico espiritual que, “una madurez psicoespiritual solo se da cuando reconocemos la parte olvidada y negativa de nuestra personalidad sabiendo que los procesos de sanación están compuestos de mucha luz, pero sin olvidar las sombras” (p.23). Además, señala que Jesús constituye una figura arquetípica del sanador herido, y que por lo mismo, debe ser un reflejo del sacerdocio consciente de su propia fragilidad, capaz de mirar al otro horizontalmente.
En esta misma línea, Elías Royón, s.j. en su artículo “Sus heridas nos curaron” y Mamerto Menapace, O.S.B. en su escrito “En nuestra debilidad encontramos tu fuerza”, nos señalan algunas claves que nos conducen a la sanación en Jesucristo, abordando el sufrimiento y la debilidad del hombre, y recordándonos que Dios nos llama a todos, sin distinción, a mirar la vida desde una perspectiva humilde, conciente y empática. De esta forma, indica Royón, “ser sacerdote no significa ni puede significar que estamos libres de todo aquello que nos asemeja y nos identifica con los demás hombres en sus debilidades” (p.41), al contrario –expresa-, el sacerdocio debe ser patente de la misericordia de Dios ante los hombres. Un desafío que compromete a los diferentes actores de la Iglesia a unir nuestras vidas al Proyecto de Dios.
Finalmente, Juan Carlos Bussenius, cierra este número motivándonos a partir de: “El punto cero”, desde Pedro, desde el darse cuenta de que él también es uno de nosotros. Una reflexión que no solo compete al sacerdocio sino también a la sociedad, a los diferentes credos y a los Medios de Comunicación, y que implica reconocer que todos los hombre estamos igualados. Un principio que nos despierta a mirar con nuevos ojos a nuestra Iglesia, y que nace del encuentro esencial con Jesús: del sentirse amado y perdonado gratuitamente y de dejarse conducir por él sin preguntar más nada. De eso trata este número de Cuadernos, de remover nuestros prejuicios y abrirnos a comprender nuestra humanidad a la luz de la fe.