Domingo 4
3° de Pascua. Blanco.
Gloria. Credo. Prefacio de Pascua.
Jesús no está sentado en el cielo
Estudiamos en el catecismo que Jesús, después de su pasión y su resurrección subió a los cielos, entró en la gloria, y el Credo añade el detalle de que: “está sentado a la derecha de Dios”. Esta expresión nos puede hacer imaginar al Señor como inactivo y descansando, eternamente sentado en su trono a la derecha del Padre, servido por los ángeles y escuchando sus coros… Pero el lenguaje bíblico no es el de las posturas y las actitudes humanas, como que alguien “está de pie” o “caminando”. El evangelio de hoy nos muestra al Señor resucitado muy activo, caminando junto a dos discípulos en crisis, dialogando con ellos, tratando de abrir su mente y calentar su corazón para darles ánimo, compartiendo también una cena hasta partir el pan… Este episodio sucedió antes de la ascensión a los cielos… No nos olvidemos de su promesa. “Estaré con ustedes hasta el fin del mundo”. Nosotros no estamos ahora precisamente sentados a la derecha de Dios, sino en medio de problemas, dudas, tentaciones, crisis y también momentos lindos y maravillosos… Él está con nosotros en todos estos momentos.
Estar sentado en el trono de Dios es ser Dios: nadie más puede usar su trono. “Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos”. Jesús resucitado está en la gloria, es Dios y Señor del Universo pero, al mismo tiempo, nuestro salvador, hermano y amigo… Él camina junto con nosotros en esta vida hasta recibirnos para reinar con él sentados en la misma gloria.
En Emaús sucede un milagro del cual poco se habla: dos discípulos derrotados y cansados, después del encuentro con el Señor, salen corriendo hasta Jerusalén para contarles a los otros lo que había sucedido…
El Señor, que camina con nosotros en la vida, nos quiere ver junto con todos nuestros hermanos para decirles que él ha resucitado y contarles nuestra experiencia.
¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria? (Lc 24, 26).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: La liturgia de hoy nos hace revivir el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús.Como ellos, dispongámonos a reconocerlo en el pan eucarístico compartido.
PRIMERA LECTURA Hech 2, 14. 22-33
Guía: El discurso de Pedro, en Pentecostés, pone de relieve que el punto central de la predicación es la persona de Jesús de Nazaret, crucificado por nuestros pecados y resucitado por el poder de Dios.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
El día de Pentecostés, Pedro, ponién-dose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: “Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre Él. En efecto, refiriéndose a Él, dijo David: ‘Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque Él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque Tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia’. Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, Él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen”.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 15, 1-2. 5. 7-11
R. Señor, me harás conocer el camino de la vida.
O bien: Aleluia.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Señor, Tú eres mi bien”. El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Tú decides mi suerte! R.
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.
Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.
SEGUNDA LECTURA 1Ped 1, 17-21
Guía: Cristo nos redimió no de cualquier manera, sino derramando su preciosa sangre. Esto hace posible que pongamos nuestra fe y esperanza en Dios.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.
Queridos hermanos: Ya que ustedes llaman Padre a Aquél que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo. Ustedes saben que “fueron rescatados” de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. Por Él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.
Palabra de Dios.
ALELUIA Cfr. Lc 24, 32
Aleluia. Señor Jesús, explícanos las Escrituras. Haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluia.
EVANGELIO Lc 24, 13-35
Guía: El relato de Emaús nos muestra el amor misericordioso de Jesús, que, más allá de nuestras resistencias y ceguedad, se hace reconocer en su palabra y compartir el pan.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”. “¿Qué cosa?”, les preguntó. Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron”. Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Ofrezcamos sobre el altar, con el pan y el vino, nuestros cansancios y desesperanzas, la palabra recibida y la eucaristía en que participamos.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: Supliquemos al Señor que lo podamos reconocer y recibir, con provecho verdadero, en la comunión que compartimos con muchos hermanos.
DESPEDIDA
Guía: Animados por el mensaje evangélico de hoy, anunciemos con valentía que Jesús debía pasar por el sufrimiento y la muerte para resucitar a la gloria del Padre.