Les saludo en el Señor y María Santísima, quisiera proponerles 3 pasos para vivir la cuaresma.
1. Ojalá hoy escuches la voz del Señor (salmo 94). Es un texto sagrado que se repite en estos días. Dios nos habla a través su palabra, a través de su Hijo amado Jesucristo. Volver a leer la Biblia, el Nuevo Testamento, los salmos… En ella encontramos la luz y la fuerza para este largo camino cuaresmal. Busca un momento cada día para estar tranquilo y escuchar la voz del Señor. Haz silencio en tu corazón, pensamientos y preocupaciones habituales. Disfruta la compañía de Cristo y su amistad. Despierta tu oído interior para recibir con fe su presencia y hacer que la semilla de su palabra de fruto abundante en tu vida.
Tras la lectura de los textos sagrados te recomiendo entrar en el trato íntimo de amigos: Jesús y tú; creciendo en el amor y mutuo deseo de conocerse y unirse cada vez más en el afecto, el sentir, pensar y actuar. Es en la oración donde Jesús habla a nuestro corazón, lo sana, renueva y rejuvenece. Cada día, Dios nos ofrece una nueva palabra, tratemos de escucharla como María; Ella la guardarla y meditaba en el corazón para luego hacerla vida.
Escuchar la voz de Dios nos lleva a confrontar con ella nuestros valores y opciones, nuestro pensar y actuar, en una palabra, toda nuestra vida. En la meditación de la Palabra revelada encontramos los criterios para hacer un buen examen de conciencia, un proceso de discernimiento espiritual y proponernos unos propósitos claros de crecimiento humano y espiritual.
2. Salir de uno mismo. Salir de nuestro Egipto, de nuestras comodidades y seguridades. Anhelar la libertad y los dones que Dios nos promete. Es tan fácil instalarse, tomar unas costumbres y hábitos que adormecen la vida de fe, el ánimo y el seguimiento alegre y generoso del Señor. La conversión es un empeño de todos los días. No depende de nosotros, porque es una gracia de Dios que hemos de pedir con humildad y perseverancia. Reconocernos necesitados del perdón y amor de Dios es lo más importante para recorrer este éxodo hasta la Pascua.
Para salir de nosotros mismos necesitamos superar la tibieza espiritual. Ella consiste en una fe cansada, en un espíritu triste y desanimado. Nos lleva al conformismo y a ofrecer a Dios y a los hermanos lo mínimo. Además, esta nos hace calculadores y fríos, donde el fervor y la alegría de la entrega se ve reemplazado por la rutina, monotonía y un simple cumplimiento. ¡Cuánto bien nos hace la cuaresma! Para salir y vaciarnos de nosotros y así, llenarnos nuevamente de la gracia de Dios y del gozo del Espíritu.
3. Contemplar la pasión de Cristo. Volver los ojos hacia el Señor, saber leer en su dolorosa pasión y muerte su amor que no tiene fin, que lo entrega todo por nosotros a cambio de nada. Todos los santos han vivido contemplando, amando y agradeciendo la pasión salvadora de Jesús. El cristiano puede cada día revivir en su vida la cruz de Cristo, ofreciéndose con Él al Padre. No desaprovechemos esas pequeñas y frecuentes contrariedades de la vida, luchas y dificultades convirtiéndolas en sacrificios de amor que nos unan a la cruz de Cristo.
Todos sentimos un miedo natural de recibir la visita de la cruz y cargar con ella. Somos débiles y ante la cruz es frecuente que flaquee nuestra fe. Cristo también experimentó la tristeza y la angustia ante su pasión y muerte. Por eso, que no nos asuste nuestros temores y dudas, Jesús las comprende y nos fortalece con su presencia y amistad. Porque, Cristo sigue viviendo su pasión en el hermano que sufre en su cuerpo como en su espíritu. Acudamos en su ayuda, con nuestra presencia y compañía, con una palabra, un gesto y un detalle de humanidad y amor cristiano. Evitemos una espiritualidad sólo intimista e individual, aprendamos a caminar la cuaresma en compañía de los hermanos, especialmente de los más necesitados, tristes y solos.
La cruz de Cristo es la mejor escuela de humildad. Sabemos que la humildad nos lleva a arrojarnos a los pies del Maestro, a suplicar fuerzas para llevar la cruz sin murmurar, para redimir con Cristo a la humanidad compartiendo su kénosis. (cf. Flp 2). Frente a la cruz, conocemos verdaderamente quiénes somos, aflora lo más profundo de nuestra verdad, lo bueno como lo malo. La cruz derriba toda falsa imagen de uno mismo, todo ego y nos muestra tal cual somos.
El egoísmo es un obstáculo permanente en nuestra vida cristiana, frena nuestro caminar, hace girar nuestra vida sólo sobre nosotros y nuestras conveniencias. Cristo desde su cruz nos dice: ¡Vivan dando su vida por los demás, gasten sus vidas sirviendo, entregándose! La cruz es hermosa y fuente de alegría para quien descubre que Jesús vive en el hermano necesitado.
La cuaresma no es el final, más bien es el inicio de una vida nueva en Cristo resucitado.
Que Dios y la Virgen les bendigan.
José Antonio Atucha Abad.