La invitación que todos los cristianos tienen a ser Apóstoles fue el tema central de la catequesis que el Papa Francisco desarrolló en su audiencia de los días miércoles, donde continuó abordando en qué consiste la pasión por evangelizar. Esta vez, profundizó en el significado del envío y el llamado que reciben las personas que deciden seguir a Cristo y comunicar su Evangelio.
En primer lugar, el Santo Padre explicó que ser apóstol significa “ser enviado para una misión”. A su modo de ver, “ejemplar y fundacional es el acontecimiento en el que Cristo Resucitado manda a sus apóstoles al mundo, transmitiéndoles el poder que Él mismo ha recibido del Padre y donándoles su Espíritu. Leemos en el Evangelio de Juan: «Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros”. Como el Padre me envió, también yo os envío”. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo””.
El Pontífice añadió que, junto al envío, un segundo aspecto fundamental del “ser apóstol” es la vocación, concepto que asimiló al llamado que el Señor hace a las personas para seguirlo y continuar su misión. Puso como ejemplo los textos del Evangelio de Marcos, cuando dice que Jesús “llamó a los que él quiso; y vinieron donde él” (Mc 3,13), dándoles el título de “Apóstoles” a los “que estuvieran con Él y para enviarles en misión (cfr. Mc 3,14; Mt 10,1-42)”. También fijó la mirada en Pablo, quien en sus cartas se presenta como “Pablo, siervo de Cristo, apóstol enviado por vocación, escogido para el Evangelio de Dios” o “Pablo, llamado a ser apóstol”. De este modo, precisó Francisco, “la experiencia de los Doce apóstoles y el testimonio de Pablo nos interpelan también a nosotros hoy. Nos invitan a verificar nuestras actitudes, a verificar nuestras elecciones, nuestras decisiones, sobre la base de estos puntos firmes: todo depende de una llamada gratuita de Dios; Dios nos elige también para servicios que a veces parecen sobrepasar nuestras capacidades o no corresponder a nuestras expectativas; a la llamada recibida como don gratuito es necesario responder gratuitamente”.
Para el Papa, el llamado a ser Apóstol está dirigido a todos los miembros de la Iglesia: laicos, consagrados y aquellos que han recibido el sacramento del Orden. La vocación cristiana, entonces, “capacita para desempeñar de forma activa y creativa la propia tarea apostólica, en el seno de una Iglesia en la que «hay variedad de ministerios, pero unidad de misión”, manifestó, agregando que “a los Apóstoles y a sus sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad. Mas también los laicos: todos vosotros; la mayoría de vosotros sois laicos. También los laicos, hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo”.
Por otra parte, Francisco afirmó que “el cuadro de la unidad de la misión, la diversidad de carismas y de ministerios, no debe dar lugar, dentro del cuerpo eclesial, a categorías privilegiadas; ni puede servir de pretexto a formas de desigualdad que no encuentran cabida en Cristo y en la Iglesia”. Y, si existen, esto se debe a que “algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos doctores, dispensadores de los misterios y pastores para los demás”, pero, aclaró, “existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo”.
Y en ese sentido, señaló que todos debemos tener en cuenta que somos cristianos al servicio de los demás, por lo tanto, la tarea apostólica es común a todos los bautizados, y cada uno la lleva adelante de manera activa y creativa, según los dones y los carismas que ha recibido, siempre teniendo presente el significado que Jesús le da a cada vocación.
“La vocación que Jesús da, a todos —también a aquellos que parecen estar en lugares más altos—, es el servicio, servir a los otros, humillarte. Si tú encuentras una persona que en la Iglesia tiene una vocación más alta y tú la ves vanidosa, tú dirás: “Pobrecillo”; reza por él porque no ha entendido qué es la vocación de Dios. La vocación de Dios es adoración al Padre, amor a la comunidad y servicio. Esto es ser apóstoles, este es el testimonio de los apóstoles”, dijo Francisco y concluyó la catequesis realizando una petición: “Huyamos de la vanidad, de la vanidad de los puestos. Estas palabras nos pueden ayudar a verificar la forma en la que vivimos nuestra vocación bautismal, cómo vivimos nuestra forma de ser apóstoles en una Iglesia apostólica, que está al servicio de los demás“.