El encuentro de Jesús con la mujer samaritana es la posibilidad para que la conversión de un pueblo, que no es “Israel”, se vuelque al Dios que tiene el agua viva. En efecto, en la Biblia, una mujer es símbolo y encarnación de su pueblo; por tanto, el relato ha de enfocarse más en el cambio de vida de un pueblo que no conoce al Dios, quien ahora –en la persona de Jesús– le da de beber y cuya agua sacia toda sed de vida.
Es sabido que las malas relaciones entre samaritanos y judíos se arrastraban desde la caída del reino del Norte (721 a. C.), pues la influencia asiria con otros pueblos paganos trajo a Israel una mezcla de culturas y de culto a otros dioses. Así, la palabra “samaritano” era de grave injuria en boca de un judío y los discípulos de Jesús habían internalizado esta mentalidad. Jesús quiere erradicar esta hostilidad, puesto que para él todos son hijos de Dios: porque cuando falla la filiación bautismal entre el hombre con Dios Padre, entonces falla también, y sin reparos, la filiación entre los hijos del mismo Padre celestial.
Sin embargo, Jesús se presenta ante la samaritana como un necesitado y pide su solidaridad. Pero esta se muestra autosuficiente y desconfiada. En la cultura semita era inusual que una mujer buscara agua en un pozo alejado de la ciudad y más al mediodía. Generalmente se hacía de madrugada o al atardecer. Pero el diálogo del Señor con la Samaritana hará del sediento un “donante” y de la portadora del agua una “sedienta”. Muchos temen abrir su corazón a Dios, porque creen que su apertura va a menguar su libertad o bien porque ese afán de donarse los va a empobrecer. La falta de apertura o temor no les permite constatar que el Dios “necesitado” pide, pero se olvidan de que “enriquece”. Es cierto que la Samaritana no buscaba a Jesús, pero siempre el Señor se deja encontrar por quien se abre a su gracia. Por eso, no puede haber vida espiritual seria sin un encuentro personal con Dios.
“El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna” (Jn 4, 14).
P. Fredy Peña T., ssp
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