En una nueva catequesis sobre la pasión por la evangelización, el Papa Francisco reflexionó acerca de la importancia del Espíritu Santo para el anuncio, en tanto motor, camino y guía de la tarea encomenda por Cristo. De este modo, el Santo Padre precisó que el Espíritu es quien nos da la fuerza para acoger la misión y llevarla adelante, por lo que es fundamental rezar y dejarse orientar por él.
Para comenzar, el Pontífice recordó las palabras de Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Santo Espíritu”. A partir de esta frase, explicó que la tarea de los apóstoles no era solo adoctrinar o convencer a las personas, sino hacer verdaderos discípulos, compartiendo el mensaje del Señor y dándoles a todos la oportunidad de entrar en contacto con él, conocerlo y amarlo.
“Id bautizando: bautizar significa sumergir y, por tanto, antes de indicar una acción litúrgica, expresa una acción vital: sumergir la propia vida en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo; experimentar cada día la alegría de la presencia de Dios que está cerca de nosotros como Padre, como Hermano, como Espíritu que actúa en nosotros, en nuestro propio espíritu. Bautizar es sumergirse en la Trinidad”, manifestó.
Además, sostuvo que los Apóstoles fueron provistos también por Jesús de un guía para ayudarlos y sostenerlos en su tarea. “Comunica también el Espíritu Santo, porque es sólo gracias a Él, al Espíritu Santo, que se puede recibir la misión de Cristo y llevarla adelante”, señaló. Luego, abordó lo sucedido en Pentecostés, cuando los Doce estaban encerrados en el Cenáculo, temerosos, hasta que el Espíritu descendió sobre ellos.
“En ese momento desaparece el miedo y con su fuerza esos pescadores, en su mayoría analfabetos, cambiarán el mundo. “Pero si no saben hablar…”. Pero es la palabra del Espíritu, la fuerza del Espíritu que les lleva adelante para cambiar el mundo. El anuncio del Evangelio, por tanto, se realiza sólo en la fuerza del Espíritu, que precede a los misioneros y prepara los corazones: Él es el motor de la evangelización”, dijo.
DEJARSE GUIAR
La acción del Espíritu también fue fundamental para resolver el conflicto que surgió al comienzo de la misión, cuando se discutía qué hacer con los paganos que se acercaran a la fe, y que se resolvió convocando al primer concilio de la historia. En ese punto, el Obispo de Roma destacó el criterio de los Apóstoles, quienes dejaron de lado sus propias convicciones para permitir que el Espíritu los guiara hacia la solución: “Se podría haber buscado un buen acuerdo entre tradición e innovación: algunas normas se observan y otras se ignoran. Sin embargo, los Apóstoles no siguen esta sabiduría humana para buscar un equilibrio diplomático entre una y otra, no siguen esto, sino que se adaptan a la obra del Espíritu que les había anticipado, descendiendo tanto sobre los paganos como sobre ellos”.
Y esa lección, dijo el Santo Padre, nos lleva a comprender algo más respecto del anuncio: que toda tradición religiosa es útil solo si facilita el encuentro con Jesús. Por lo tanto, de acuerdo a sus palabras, “la histórica decisión del primer Concilio, de la que también nosotros nos beneficiamos, estuvo movida por un principio, el principio del anuncio: en la Iglesia todo debe ser conforme a las exigencias del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de los conservadores o los progresistas, sino al hecho de que Jesús llegue a la vida de las personas. Por tanto, toda opción, todo uso, toda estructura, toda tradición debe ser evaluada en la medida en que favorezca el anuncio de Cristo”.
LUZ PARA LA IGLESIA
Considerado así, el accionar del Espíritu Santo es vital para la vida y labor de la Iglesia, ya que no basta con tener instituciones, tiempos y espacios bien definidos, ni con comunidades, institutos y movimientos bien organizados, si estos actuan al margen del Espíritu. Así lo indicó el Papa: “La organización no basta: es el Espíritu que da vida a la Iglesia. Si la Iglesia no le reza y no le invoca, se encierra en sí misma, en debates estériles y agotadores, en fatigosas polarizaciones, mientras se apaga la llama de la misión. Es muy triste ver a la Iglesia como si fuera un parlamento; no, la Iglesia es otra cosa. La Iglesia es la comunidad de hombres y mujeres que creen y anuncian a Jesucristo, pero movidos por el Espíritu Santo, no por las propias razones.
De este modo, la Iglesia debe recurrir al Espíritu Santo para que la oriente, la ayude a discernir sus proyectos pastorales y la impulse a salir por el mundo a transmitir con alegría el anuncio de la fe. Pero si la Iglesia no lo hace, de acuerdo al Papa, corre el riesgo de encerrarse en sí misma, creando divisiones y debates estériles que terminarán por apagar la misión.
“El Espíritu nos hace salir, nos empuja a anunciar la fe para confirmarnos en la fe, nos empuja a ir en misión para encontrar quién somos. Por eso el apóstol Pablo recomienda: «No extingáis el Espíritu» (1 Tes 5,19), no extingáis el Espíritu. Recemos a menudo al Espíritu, invoquémoslo, pidámosle cada día que encienda en nosotros su luz. Hagámoslo antes de cada encuentro, para convertirnos en apóstoles de Jesús con las personas que encontremos. No extingáis el Espíritu en las comunidades cristianas y tampoco dentro de cada uno de nosotros”, enfatizó.
Francisco recalcó la necesidad de que los creyentes dejen actuar al Espíritu Santo en sus vidas, alimentando el fuego que necesita la misión. “¿Cuántos de nosotros rezamos al Espíritu? “No, padre, yo rezo a la Virgen, rezo a los santos, rezo a Jesús, pero a veces, rezo el Padre Nuestro, rezo al Padre” – “¿Y al Espíritu?” ¿Tú no rezas al Espíritu, que es lo que te hace mover el corazón, que te lleva adelante, te lleva la consolación, te lleva adelante las ganas de evangelizar y de hacer misión? Os dejo esta pregunta: ¿Yo rezo al Espíritu Santo? ¿Me dejo orientar por Él, que me invita a no cerrarme sino a llevar a Jesús, a testimoniar el primado de la consolación de Dios sobre la desolación del mundo? Que la Virgen, que ha entendido bien esto, nos ayude a entenderlo”, concluyó.