Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año. Semana 3ª del Salterio.
LECTURA Ecli 1, 1-10
Lectura del libro del Eclesiástico.
Toda sabiduría viene del Señor, y está con él para siempre. ¿Quién puede contar la arena de los mares, las gotas de la lluvia y los días de la eternidad? ¿Quién puede medir la altura del cielo, la extensión de la tierra, el abismo y la sabiduría? Antes que todas las cosas fue creada la sabiduría, y la inteligencia previsora desde toda la eternidad. El manantial de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas, y sus canales son los mandamientos eternos. ¿A quién fue revelada la raíz de la sabiduría y quién conoció sus secretos designios? ¿A quién se le manifestó la ciencia de la sabiduría y quién comprendió la diversidad de sus caminos? Sólo uno es sabio, temible en extremo: el Señor, que está sentado en su trono. Él mismo la creó, la vio y la midió, y la derramó sobre todas sus obras: la dio a todos los hombres, según su generosidad, y la infundió abundantemente en aquéllos que lo aman. Palabra de Dios.
Comentario: El Autor reflexiona acerca de cuál es el origen de la sabiduría, como también quién es el único sabio y de cómo la sabiduría está al alcance de todo creyente. Todo cuanto ha sido creado manifiesta el poder y la sabiduría divina; por tanto, la verdadera sabiduría es la del temor de Dios, es decir, aquel respeto y reconocimiento humilde y consciente de que somos criaturas de Dios.
SALMO Sal 92, 1-2. 5
R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!
¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido de poder. El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás! R.
Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad. Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos. R.
ALELUIA Cf. 2Tim 1, 10
Aleluia. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia. Aleluia.
EVANGELIO Mc 9, 14-29
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Después de la Transfiguración, Jesús, Pedro, Santiago y Juan bajaron del monte. Llegaron donde estaban los otros discípulos y los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. Él les preguntó: “¿Sobre qué estaban discutiendo?”. Uno de ellos le dijo: “Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron”. “Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo”. Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que está así?”. “Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos”. “¡Si puedes…!”, respondió Jesús. “Todo es posible para el que cree”. Inmediatamente el padre del niño exclamó: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”. Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más”. El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: “Está muerto”. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró a la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”. Él les respondió: “Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración”. Palabra del Señor.
Comentario: El relato muestra la incapacidad de los discípulos de Jesús para sanar al niño mudo. El Señor se ve en la necesidad de intervenir y acceder a la petición del padre del niño. Dice el padre: “Si puedes hacer algo…”; hay una cierta desconfianza de quien pide y, sin embargo, Jesús sella la sanación con gran convicción: “Todo es posible para…”. En efecto, quien posee confianza absoluta en el poder de Dios ha de abandonarse completamente en él. Dice San Agustín: “Hay que hacer las cosas como si todo dependiera de nosotros y orar como si todo dependiera de Dios”.