El Vaticano dio a conocer el mensaje del Papa Francisco con motivo de la 57° Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará el 23 de mayo de 2023 bajo el tema “Hablar con el corazón, ‘en la verdad y en el amor’ (Ef 4,15)”. Si bien el Santo Padre se dirige en particular a los trabajadores de la comunicación, señala que el compromiso de comunicar “con el corazón y con los brazos abiertos” es responsabilidad de todos.
El tema de este año está conectado con el del mensaje de 2022, que llamaba a “escuchar”, y con el anterior, que instaba a “ir, ver” como condiciones para una buena comunicación. Esta vez el Papa quiere insistir en “hablar con el corazón”, ya que, en efecto, el corazón es lo que mueve a acoger, dialogar y compartir, desencadenando una dinámica que Francisco define como la de “comunicar cordialmente”.
De acuerdo al Pontífice, acoger al otro es lo que permite, después de escuchar, ”hablar en la verdad y en el amor”. Y sostiene: “No debemos tener miedo a proclamar la verdad, aunque a veces sea incómoda, sino a hacerlo sin caridad, sin corazón. Porque “el programa del cristiano —como escribió Benedicto XVI— es un “corazón que ve””. Un corazón que, con su latido, revela la verdad de nuestro ser, y que por eso hay que escucharlo. Esto lleva a quien escucha a sintonizarse en la misma longitud de onda, hasta el punto de que se llega a sentir en el propio corazón el latido del otro. Entonces se hace posible el milagro del encuentro”.
“Hablar con el corazón” significa dejar entrever una participación «en las alegrías y los miedos, en las esperanzas y en los sufrimientos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo«, dice el Papa. Es un llamado que interpela especialmente a quienes comunican en un contexto hoy “tan propenso a la indiferencia y a la indignación, a veces sobre la base de la desinformación, que falsifica e instrumentaliza la verdad”.
El tema de esta Jornada Mundial se enmarca también en el proceso sinodal que vive la Iglesia. En ese sentido, el Papa Francisco señala que escucharnos unos a otros es el don más precioso que podemos hacernos. Hay tanta necesidad, escribe, de un lenguaje “al estilo de Dios, que se nutre de cercanía, compasión y ternura”. Y describe: “Sueño una comunicación eclesial que sepa dejarse guiar por el Espíritu Santo, amable y, al mismo tiempo, profética; que sepa encontrar nuevas formas y modalidades para el maravilloso anuncio que está llamada a dar en el tercer milenio. Una comunicación que ponga en el centro la relación con Dios y con el prójimo, especialmente con el más necesitado, y que sepa encender el fuego de la fe en vez de preservar las cenizas de una identidad autorreferencial”.
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