Confrontarse con la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia, vivir una relación afectiva con Jesús, y el don del Espíritu Santo que habita en cada uno de nosotros, conforman tres elementos concretos e indispensables que ayudan en el ejercicio del discernimiento. Así lo manifestó el Papa Francisco en su catequesis del día miércoles, en la que profundizó en la importancia de cada uno de ellos al momento de tomar una decisión, facilitando el ejercicio del discernimiento, algo indispensable para la vida espiritual del cristiano.
En primer lugar, Francisco manifestó que la Palabra de Dios y la Doctrina de la Iglesia ayudan a leer lo que se mueve en el corazón, solo en la medida que se aprende a reconocer la voz de Dios y a distinguirla de otras voces, que parecen imponerse a nuestra atención, pero que al final nos dejan confundidos. En ese sentido, el Santo Padre recordó que la voz de Dios resuena en la calma, en la atención y en silencio.
“Pensemos en la experiencia del profeta Elías: el Señor le habla no en el viento que rompe las piedras, no en el fuego o en el terremoto, sino que le habla en una brisa suave. Es una imagen muy hermosa que nos hace entender cómo habla Dios. La voz de Dios no se impone, la voz de Dios es discreta, respetuosa, yo me permitiría decir que la voz de Dios es humilde, y precisamente por esto es pacificadora”, precisó.
Y esa paz es la que permite entrar en la profundidad del ser, para reconocer los auténticos deseos que el Señor ha puesto en el corazón de las personas, lo que no siempre es sencillo.
“Muchas veces no es fácil entrar en esa paz del corazón, porque estamos ocupados en muchas cosas todo el día… Pero por favor, cálmate un poco, entra en ti mismo, en ti misma. Dos minutos, párate. Mira qué siente tu corazón. Hagamos esto, hermanos y hermanas, nos ayudará mucho, porque en ese momento de calma sentimos enseguida la voz de Dios que nos dice: “Mira, es bueno lo que estás haciendo…”. Dejemos que en la calma venga enseguida la voz de Dios. Nos espera por esto”, indicó el Pontífice.
Además, el creyente debe comprender que la la Palabra de Dios no es simplemente un texto que hay que leer, sino una presencia viva; es una obra del Espíritu Santo que conforta, instruye, da luz, fuerza, descanso y gusto por vivir.
“Leer la Biblia, leer un fragmento, uno o dos fragmentos de la Biblia, son como pequeños telegramas de Dios que te llegan enseguida al corazón. La Palabra de Dios es un poco ―y no exagero―, es un poco como un auténtico anticipo de paraíso. Y lo había comprendido bien un gran santo y pastor, Ambrosio, obispo de Milán, que escribía: «Cuando leo la divina Escritura, Dios vuelve a pasear en el paraíso terrestre». Con la Biblia nosotros abrimos la puerta a Dios que pasea”, afirmó Francisco.
La lectura de la Palabra, y la relación que se establece con ella, es lo que facilita un segundo elemento crucial para el discernimiento: vivir una relación afectiva con el Señor Jesús. De acuerdo al Papa, Cristo nos revela un Dios lleno de compasión y ternura, dispuesto a sacrificarse a sí mismo para salir a nuestro encuentro, tal como el padre de la parábola del hijo pródigo.
“La Palabra de Dios te toca el corazón y te cambia la vida. Lo he visto muchas veces, esto, muchas veces. Porque Dios no quiere destruirnos, Dios quiere que seamos más fuertes, más buenos cada día. Quien permanece ante el Crucifijo advierte una paz nueva, aprende a no tener miedo de Dios, porque Jesús en la cruz no da miedo a nadie, es la imagen de la impotencia total y a la vez del amor más pleno, capaz de afrontar cualquier prueba por nosotros”, explicó.
El Santo Padre recordó también que la Palabra de Dios transmite esperanza, en la medida que comprendemos que el Señor es la puerta que abre todas las puertas. Por eso aconsejó a los presentes a leer la Biblia “cinco minutos al día, no más. Llevad un Evangelio de bolsillo con vosotros, en el bolso, y cuando estéis de viaje tomadlo y leed un poco, durante el día, un fragmento, dejar que la Palabra de Dios se acerque al corazón. Haced esto y veréis cómo cambiará vuestra vida con la cercanía a la Palabra de Dios”.
La tercera ayuda para el discernimiento tiene que ver con el don del Espíritu Santo, en la medida que su presencia, de acuerdo al Obispo de Roma, “nos instruye, hace viva la Palabra de Dios que leemos, sugiere significados nuevos, abre puertas que parecían cerradas, indica sendas de vida allí donde parecía que hubiera solo oscuridad y confusión”.
Francisco enfatizó en que debemos abrir nuestra alma y nuestro corazón al Espíritu: “Dejadle entrar. Hablad con el Espíritu, así como habláis con el Padre, como habláis con el Hijo: hablad con el Espíritu Santo. En Él está la fuerza de la Iglesia, es el que te lleva adelante. El Espíritu Santo es discernimiento en acción, presencia de Dios en nosotros, es el don, el regalo más grande que el Padre asegura a aquellos que lo piden”.
Para el Papa, el discernimiento tiene el objetivo de reconocer la salvación que el Señor ha obrado en la vida de cada uno de nosotros. Por eso es importante la presencia del Espíritu, en la medida que comprendamos que siempre está presente y es una ayuda en momentos de duda o error: su presencia vivificante nos guía y nos instruye, nos ilumina en los momentos de oscuridad y nos anima a seguir adelante sin miedo, sostenidos por su amor.
“No debemos dejar nunca este diálogo con el Espíritu Santo. Y con estas ayudas, que el Señor nos da, no debemos temer. ¡Adelante, ánimo y con alegría!”, finalizó su catequesis.