Prefacio de Adviento I. Comienza la novena a la Inmaculada Concepción.
LECTURA Is 4, 2-6
Lectura del libro de Isaías.
Aquel día, el germen del Señor será la hermosura y la gloria de los sobre¬vivientes de Israel, y el fruto del país será su orgullo y su ornato. Entonces, el resto de Sión, los sobrevivientes de Jerusalén, serán llamados santos: todos ellos estarán inscritos para la vida, en Jerusalén. Cuando el Señor lave la suciedad de las hijas de Sión y limpie a Jerusalén de la sangre derramada en ella, con el soplo abrasador del juicio, Él creará sobre toda la extensión del monte Sión y en su asamblea, una nube de humo durante el día, y la claridad de un fuego llameante durante la noche. Porque la gloria del Señor, en lo más alto de todo, será un reparo y una choza, para dar sombra contra el calor durante el día, y servir de abrigo y refugio contra la tempestad y la lluvia. Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta, por medio de imágenes ricas en contenido, manifiesta un presagio mesiánico más preciso, donde la naturaleza generosamente fecunda es incorporada como elemento de felicidad para los rescatados de Sión. Pero antes de que llegue esa “felicidad o restauración”, Israel ha de pasar por un período de purificación para llegar a ser un pueblo fuerte, llamado por Dios para la restauración mesiánica: “Yahvé salvará y hará prosperar a los sobrevivientes de las ‘Hijas de Sión’ para convertirse en un pueblo nuevo y glorioso”..
SALMO Sal 121, 1-2. 4-9.
R. ¡Vamos con alegría a la Casa del Señor!
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la Casa del Señor»! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R.
Allí suben las tribus, las tribus del Señor, según es norma en Israel, para celebrar el Nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.
Auguren la paz a Jerusalén: «¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!». R.
Por amor a mis hermanos y amigos, diré: «La paz esté contigo». Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad. R.
ALELUIA Sal 79, 4
Aleluia. ¡Restáuranos, Señor de los ejércitos, que brille tu rostro y seremos salvados! Aleluia.
EVANGELIO Mt 8, 5-11
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a sanarlo». Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos». Palabra del Señor.