Domingo 3º de Cuaresma. Morado.
Credo. Prefacio de Cuaresma. No se dice Gloria.
La Samaritana, mujer apóstol
En el evangelio de Juan, las mujeres se destacan en siete momentos decisivos para el anuncio del Reino. A ellas se les atribuyen funciones y misiones, algunas de las cuales, en los otros evangelios, se adjudican a los Apóstoles.
En las Bodas de Caná, María, la madre de Jesús, reconoce los límites del Antiguo Testamento y anuncia el tiempo nuevo: “¡Hagan todo lo que él les diga!”. La Samaritana de hoy es la primera persona que recibe de Jesús el secreto más grande, que él es el Mesías; se convierte así, en la evangelizadora de la Samaria. Otra mujer, la adúltera, al ser perdonada por Jesús, se transforma en juez de la sociedad patriarcal y machista que la quería condenar. En el evangelio de Juan, quien hace la profesión de fe es Marta, hermana de María y Lázaro. María, hermana de Marta, unge los pies de Jesús para el día de su sepultura, porque, en ese entonces, quien moría en la cruz, no tenía sepultura, ni podía ser embalsamado. María anticipa la unción del cuerpo de Cristo indicando que ella lo reconocía como al Mesías-Siervo que debería morir en la cruz.
María se presenta como modelo para los otros discípulos. A los pies de la cruz, al recibir a Juan como hijo, comienza la primera comunidad cristiana. La Magdalena recibe la orden de anunciar la resurrección a los discípulos.
El evangelio de hoy narra el único caso en que Jesús revela directamente su identidad; lo hace a una mujer y no a un hombre, a una mujer de raza despreciada y no judía; a una pecadora y no a una santa, porque Dios suele elegir a los últimos. Al enterarse de que Jesús es el Mesías, la mujer se convierte en apóstol para su gente. Cuando los samaritanos conviven dos días con Jesús, reconocen que Jesús no es un Mesías salvador solo de los judíos; sino también de ellos y de todo el mundo.
¿Qué sería hoy de la Iglesia sin el aporte femenino? La trasmisión de la fe en la familia y, sobre todo, la catequesis en nuestras comunidades, son el fruto de la consagración de las mujeres al evangelio. Rezar por ellas y agradecerles es poco, mejor es imitarlas…
Jesús le respondió: “Soy yo, el que habla contigo” (Jn 4, 26).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: En este tercer domingo de Cuaresma, la liturgia, con el simbolismo del agua, nos ayuda a revivir nuestro bautismo.
1ª LECTURA Éx 17, 1-7
Guía: Dios sacia la sed de su pueblo. Más allá de las murmuraciones por los males presentes, nos invita a ponernos en marcha, pues la esperanza puesta en él no defrauda.
Lectura del libro del Éxodo.
Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió: “¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?”. El pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: “¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?”. Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: “¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?”. El Señor respondió a Moisés: “Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque Yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo”. Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel. Aquel lugar recibió el nombre de Masá –que significa “Provocación”– y de Meribá –que significa “Querella”– a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: “¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?”.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 94, 1-2. 6-9
R. Cuando escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta Él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que Él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.
2ª LECTURA Rom 5, 1-2. 5-8
Guía: Cristo Jesús se ofreció por nuestra salvación al Padre, cuando todavía éramos pecadores. Él destruye nuestros pecados, pero también pide nuestra confianza y respuesta.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por Él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Palabra de Dios.
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Jn 4, 5. 14
Señor, Tú eres verdaderamente el Salvador del mundo; dame agua viva para que no tenga más sed.
EVANGELIO Jn 4, 5-42
Guía: El evangelio habla del encuentro de Jesús con la Samaritana. También, hoy día, él sigue dando el agua de Vida eterna a quienes se le acercan de verdad.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”. Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”. Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’ tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva”. “Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?”. Jesús le respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que Yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que Yo le daré se convertirá en el manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. Jesús le respondió: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí”. La mujer respondió: “No tengo marido”. Jesús continuó: “Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad”. La mujer le dijo: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”. Jesús le respondió: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando Él venga, nos anunciará todo”. Jesús le respondió: “Soy Yo, el que habla contigo”. En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: “¿Qué quieres de ella?” o “¿Por qué hablas con ella?”. La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?”. Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro. Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: “Come, Maestro”. Pero Él les dijo: “Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos se preguntaban entre sí: “¿Alguien le habrá traído de comer?”. Jesús les respondió: “Mi comida es hacer la voluntad de Aquél que me envió y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero Yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría. Porque en esto se cumple el proverbio: “Uno siembra y otro cosecha”. Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos”. Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en Él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: “Me ha dicho todo lo que hice”. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en Él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo”.
Palabra del Señor.
O más breve: Jn 4, 5-15. 19-26. 39-42
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: ‘Dame de beber’. Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”. Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber” tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva”. “Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?”. Jesús le respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que Yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que Yo le daré se convertirá en Él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. Después agregó: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”. Jesús le respondió: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando Él venga, nos anunciará todo”. Jesús le respondió: “Soy Yo, el que habla contigo”. Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en Él. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en Él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo”.
Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Con los dones del pan y del vino, ponemos sobre el altar nuestro deseo de perdonar sinceramente a nuestros hermanos.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: Hoy nos preguntamos, como otras veces: ¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar? La respuesta concreta: “Hasta que nos duela”, marca la medida de nuestra unión con Cristo.
DESPEDIDA
Guía: En un mundo consumista, olvidado de los valores que dan sentido a la existencia, nos comprometemos a ser agua viva, como Cristo, para nuestros hermanos menos favorecidos y que no han tenido la oportunidad de cultivarse.