Llamado por el mismísimo Fundador: El fidelísimo entre los fieles, el padre Timoteo Giaccardo fue el mejor intérprete del carisma paulino, siendo por muchos años la mano derecha del Padre Alberione. Periodista, formador, director espiritual, imprentero cuando hacía falta, un padre amoroso para los jóvenes, pastor para las religiosas.
El “maestro Giaccardo” como fue conocido entre los primeros miembros de la familia Paulina, nació en Narzole (Cuneo-Italia) el 13 de junio de 1896. El primogénito de Esteban Giaccardo y María Gagna, fue bautizado en la iglesia de San Juan en Sarmassa y le dieron los nombres de José Domingo Antonio.
Criado en el seno de una familia de buenos valores humanos y cristianos, el pequeño “Pinotu” (en dialecto piamontés), frecuenta la parroquia de San Bernardo, misma a la que fue enviado el joven sacerdote Santiago Alberione, por unos meses, a asistir al párroco que era muy anciano. Es en este contexto se da el encuentro entre el padre Alberione y el que sería su hijo fiel, colaborador incondicional y compañero de luchas. A finales de mayo de 1908, el pequeño Giaccardo expresa el deseo de entrar en el seminario para hacerse sacerdote, pero las limitaciones económicas eran un obstáculo para el entonces monaguillo.
Don Alberione mira en ese encuentro, un signo providencial de la mano de Dios sobre los proyectos que estaba por emprender. Es así que lo ayuda a entrar al seminario y le provee de lo necesario, no solo económica y materialmente, sino en la asistencia espiritual y humana que pudiese necesitar.
La amistad con el P. Alberione lo hizo sensible a las nuevas necesidades de los tiempos y se abrió a los nuevos medios pastorales de evangelización.
En 1917, se presentó ante su obispo para pedirle poder integrarse en la Sociedad de SAN PABLO, y de quien escuchó la seca pregunta: “¿Estás dispuesto a renunciar a tu hábito clerical y al sacerdocio?”. Con dolor en el corazón, pero sin titubear, aceptó esas condiciones, y las ofreció a Dios por medio de María con tal de seguir la vocación paulina que él sentía clarísima.
En consecuencia, con el consentimiento de su obispo, en el 1917, con 21 años, pasó del seminario diocesano a la naciente Sociedad de SAN PABLO, siendo encargado por el P. Alberione como maestro de los primeros aspirantes a paulinos. Lo llamaban el Señor Maestro, y con ese nombre se quedó.
Pero los deseos fervientes del P. Alberione, hechos oración ante el tabernáculo, se consolidaron al obtener la aprobación canónica de la Congregación y de la ordenación sacerdotal para sus jóvenes, llamados al ministerio de la predicación mediante la palabra escrita. Es así que, “Señor Maestro” Giaccardo fue ordenado sacerdote en 1919, por su mismo obispo, quien anteriormente le había pedido la renuncia al hábito y al sacerdocio si quería ser Paulino. Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario General de la Sociedad de SAN PABLO. Su vida es un ejemplo actual de cómo se puede conciliar la más alta perfección con la más intensa actividad apostólica. “Modelo para todos los sacerdotes paulinos”, declaró el Fundador.
Con la ordenación de Giaccardo, la Familia Paulina se injertaba en la Iglesia mediante el sacerdocio apostólico, marcando una fecha histórica para la Familia Paulina por otra razón: él era el primer sacerdote paulino ordenado expresamente para un ministerio nuevo en la Iglesia. Así la predicación realizada con los medios de comunicación social quedaba implícitamente considerada como verdadera evangelización. Lo que el Concilio Vaticano II remarcaría medio siglo más tarde en el decreto “Inter mirifica”, era ya anunciado en la ordenación sacerdotal del P. Giaccardo.
En enero de 1926, teniendo en cuenta su gran amor al Papa, el Fundador lo envió a Roma para abrir y poner en marcha la primera casa filial de la Congregación. El Fundador le había dicho: “Te mando a Roma en gracia de tu amor a san Pablo y por tu fidelidad al Papa. Estoy convencido de que al Divino Maestro le agradará tener en Roma, junto a su Vicario que representa el Evangelio “hablado”, también una voz que representa el Evangelio “impreso”. Dicho por inciso: “La Voz” era el título del primer periódico editado por los paulinos en Roma, y que les había cedido la Diócesis.
Como el beato Santiago Alberione fue el “padre” que, en la luz de su misión especial, dio vida a las varias ramas de la Familia Paulina, el beato Timoteo Giaccardo, su primer hijo espiritual, transmitió y profundizó la herencia alberoniana. Sin reflejar nunca el cansancio ni calcular la fatiga, sin concederse un día de vacaciones, compartió durante treinta años con el padre Alberione la solicitud por cada una de las Congregaciones paulinas, en sus difíciles comienzos y en su desarrollo, como “llevándolas en brazos”.
El beato Giaccardo, después del Fundador, fue el primer sacerdote que escribió y publicó un libro, en 1928, con el título “María Reina de los Apóstoles”, dedicado a quien es la Patrona de la Familia Paulina.
En 1936 regresó de Roma a Alba como superior de la Casa Madre. Colaborador fidelísimo del P. Alberione, se prodigó sin descanso por las Congregaciones Paulinas que iban naciendo, y que él llevó en sus brazos, conduciéndolas a una profunda vida interior y a los respectivos apostolados modernos.
Ya en edad madura, ofreció su vida por la continuidad de su propia Congregación y para que fuera reconocida en la Iglesia la nueva Congregación paulina de las Pías Discípulas del Divino Maestro. Y el Señor aceptó su ofrenda.
Pasó a la Casa del Padre el 24 de enero de 1948, víspera de la fiesta de la Conversión de san Pablo. Sus restos mortales yacen en la cripta del Santuario de la Reina de los Apóstoles, Roma (los del beato Santiago Alberione, en la subcripta). Santuario que mandó construir el Fundador en el mismo solar donde el Beato Giaccardo había fundado la primera casa paulina fuera de Alba. Fue beatificado por san Juan Pablo II el 22 de octubre de 1989.