En más de alguna ocasión Jesús dijo a sus discípulos “Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”. Sin duda que son palabras llenas de esperanza, pero no para los cristianos de la parábola, ya que se encuentran decepcionados por la tardanza de la Parusía o Segunda venida del Señor. Estos sentían las mismas dudas de aquellos que hasta hoy rezan y se preguntan: ¿Por qué Dios no interviene en pro de los que sufren y padecen las consecuencias del mal?
Jesús muestra la necesidad de rezar siempre sin desfallecer. Por una parte, presenta a un juez que desobedece los mandamientos supremos del amor a Dios y al prójimo, porque no teme a Dios ni respeta a nadie. A su vez, la viuda encarna la dependencia, la fragilidad y expone sus demandas con la fe de quien va a ser atendida. Sus posibilidades son casi nulas, porque este juez inicuo la desprecia por ser pobre y viuda. No obstante, la fuerza de esta radica en su insistencia hasta que termina por obtener el favor del juez, el que cede no por su compromiso con la justicia, sino por el cansancio de los ruegos de la mujer y el miedo a que su prestigio se vea dañado.
Jesús quiere que reparemos en esto: Si el cansancio del juez fue lo que gatilló para que se hiciera justicia, entonces ¡cuánto más Dios hará justicia por los más débiles! Sin duda que la viuda es un paradigma de perseverancia en la oración. Al respecto, Benedicto XVI nos dice: “la oración no es retirarse en el rincón privado de la felicidad, sino que es un proceso de purificación interior que nos hace capaces para Dios y para los demás” (cf. Spe Salvi, N. 34-36). Algún día sabremos que aquellas oraciones, que rezamos con poca o mucha fe, fueron el detonante de nuestra conversión, purificación y amor a Dios, que no es un juez injusto, sino un Padre cariñoso que continúa respondiéndonos con locuaz silencio: “no te canses de llamar”.
“Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?” (Lc 18, 7).
P. Fredy Peña Tobar, ssp.
Complementa tu reflexión personal al Evangelio del domingo con estos aportes de SAN PABLO: