Leccionario Santoral: Ecli 26, 1-4. 13-16; Sal 130, 1-3; Lc 7, 11-17.
LECTURA 1Cor 1, 26-31
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por Él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: “El que se gloría, que se gloríe en el Señor”. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo no es que desprecie la razón y la capacidad humana de pensar. No es un antiintelectual o alguien que rechaza el progreso. Pero se opone decididamente a todo proyecto humano que, dejando de lado al Dios que se revela en la Cruz de Jesús, termina siempre por construir una sociedad basada en la injusticia, la opresión y la violencia.
SALMO Sal 32, 12-13. 18-21
R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se eligió como herencia! El Señor observa desde el cielo y contempla a todos los hombres. R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Nuestro corazón se regocija en Él: nosotros confiamos en su santo Nombre. R.
ALELUIA Jn 13, 34
Aleluia. «Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, como Yo los he amado», dice el Señor. Aleluia.
EVANGELIO Mt 25, 14-30
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos ganó otros dos; pero el que recibió uno solo hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. «Señor; le dijo; me has confíado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor». Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor». Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!». Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes». Palabra del Señor.
Comentario: La parábola de los talentos al parecer nos muestra a un Dios severo, un Dios ambicioso que solo se preocupa por su dinero y por la eficacia de sus empleados. Pero si el Señor le exigió al tercero fue porque el don ofrecido no era para guardarlo. Es decir, no se detuvo a valorar la confianza que le había dado su señor, ni lo valioso del único talento que poseía, ni lo mucho que podía ganar con él. Simplemente recibió y escondió. A Cristo le duele enormemente esa actitud egoísta, porque es una manifestación de pereza, de desprecio y de rechazo a la posibilidad para hacer el bien.
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Gloria a Dios para siempre…