Leccionario Santoral: Ecli 15, 1-6; Sal 118, 9-14; Jn 17, 1. 20-26.
LECTURA Ez 40, 1. 3; 43, 1-7
Lectura de la profecía de Ezequiel.
La mano del Señor descendió sobre mí, y me llevó a Jerusalén. Y vi a un hombre que por su aspecto parecía de bronce. Él me llevó hacia la puerta del Templo que miraba al oriente, y yo vi que la gloria del Dios de Israel venía desde el oriente, con un ruido semejante al de las aguas caudalosas, y la tierra se iluminó con su Gloria. Esta visión era como la que yo había visto cuando el Señor vino a destruir la ciudad, y como la que había visto junto al río Quebar. Entonces caí con el rostro en tierra. La gloria del Señor entró en la Casa por la puerta que daba al oriente. El espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior, y yo vi que la gloria del Señor llenaba la Casa. Y oí que alguien me hablaba desde la Casa, mientras el hombre permanecía de pie junto a mí. La voz me dijo: “Hijo de hombre, éste es el lugar de mi trono, el lugar donde se asienta la planta de mis pies. Aquí habitaré para siempre en medio de los israelitas”. Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta anuncia el regreso de la Gloria del Señor al nuevo templo y esta “Gloria” tiene un carácter triunfal. Porque para Ezequiel el fin del destierro marca su inicio en el regreso de la misma Gloria a su punto de partida, puesto que Dios no quiere salir de su pueblo como tampoco quiere volver a ser profanado.
SALMO Sal 84, 9-14
R. ¡La gloria del Señor habitará en nuestra tierra!
Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
ALELUIA Mt 23, 9-10
Aleluia. No tienen sino un padre: el Padre celestial; sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Aleluia.
EVANGELIO Mt 23, 1-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas, difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar “mi maestro” por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar “maestro”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen “padre”, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco “doctores”, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. El mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado. Palabra del Señor.
Comentario: Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad y comporta la humillación. Solo quien se humilla puede ir hacia los “bienes de allá arriba”. En cambio, el soberbio mira “desde arriba hacia abajo”. El mundo nos propone imponernos a toda costa, competir, hacerse valer… Pero los cristianos, por la gracia de Cristo, muerto y resucitado, han de ser los brotes de otra humanidad, donde tratamos de vivir al servicio de los demás y de no ser altivos. Y esto no es debilidad, sino auténtica fortaleza: “Quien lleva en sí el poder de Dios, de su amor, no necesita usar la violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor”.