Al reanudar su catequesis, en el ámbito de la audiencia general de esta mañana celebrada en el Aula Pablo VI, el Papa Francisco continuó su serie sobre la vejez. En esta ocasión destacó que el testimonio que los ancianos pueden dar a los niños y a los jóvenes “es creíble” porque mira “al horizonte de nuestro destino” es decir, la vida eterna. Por esta razón es dañino ver hoy la separación entre las edades de la vida, como si compitieran entre ellas.
“La alianza de mayores con los más pequeños salvará a la familia humana” si devolvemos a los niños, que deben “aprender a nacer“, “el tierno testimonio de los ancianos que poseen la sabiduría de la muerte“. Un testimonio que “para los niños es creíble“, más que para los jóvenes y los adultos, porque la vejez encierra el horizonte de nuestro destino. Por eso “es doloroso y perjudicial ver las edades de la vida concebidas como mundos separados, en competencia entre sí“.
Este es el núcleo de la catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de esta mañana, celebrada en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano ante varios miles de fieles y peregrinos procedentes de diversos países. Se trató de la 17ª catequesis dedicada a la vejez.
El Santo Padre comentó un pasaje del Antiguo Testamento, tomado del Libro de Daniel, que describe un sueño del profeta, “una visión de Dios tan misteriosa como esplendorosa“. Una visión referida a Jesús resucitado, “que se le aparece al vidente como Mesías“, le pone la mano en el hombro y lo tranquiliza: “¡No temas! Yo soy el Primero y el Último, y el Viviente. Estaba muerto, pero ahora vivo para siempre”.
El Obispo de Roma comentó al respecto que, de este modo, desaparece “la última barrera de miedo y angustia” que siempre ha suscitado la manifestación de Dios: “El Viviente nos tranquiliza. También él murió, pero ahora ocupa el lugar que le está destinado: el del Primero y el Último“.
Al resumir en nuestro idioma su catequesis el Pontífice dijo a los queridos hermanos y hermanas presentes que “los diversos símbolos nos hacen ver la relación entre la teofanía, o sea la manifestación de la divinidad y el ciclo de la vida”. “Dios es Señor del tiempo y de la historia. Por un lado, se nos presenta la imagen de un Dios anciano, particularmente cuando se habla de sus cabellos que eran como la lana pura; y, por otro lado, vemos su fuerza y su belleza, representadas en el fuego”, agregó.
Francisco afirmó que “estamos delante del misterio de la eternidad de Dios: conviven lo antiguo y lo nuevo. Por eso – añadió – el testimonio de los ancianos es un don auténtico, una verdadera bendición para los niños”. De ahí su afirmación de que “la alianza de los mayores con los más pequeños salvará la familia humana”.
“Las etapas de la vida no son mundos separados que compiten entre sí, sino más bien son una alianza que une pasado, presente y futuro, dándole a la humanidad fuerza y belleza”, precisó.
El Santo Padre cerró su catequesis, saludando a los peregrinos presentes: “Pidamos la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Asunta a los cielos, para que podamos siempre contemplar el misterio de la vida y de la muerte con ojos de eternidad. Que Dios los bendiga. Muchas gracias”.