Santos Cirilo, mj., y Metodio, o. (MO). Blanco.
Leccionario Santoral: Hech 13, 46-49; Sal 116; 1-2; Lc 10, 1-9.
Reseña
San Cirilo, monje, y san Metodio, obispo, fueron dos hermanos nacidos en Tesalónica. Ambos son llamados Apóstoles de los eslavos, dado que fueron enviados a Moravia por el obispo Focio de Constantinopla para predicar la fe cristiana. Crearon signos propios para traducir del griego a la lengua eslava los libros sagrados. Cirilo, que antes se llamaba Constantino, enfermó y, habiendo profesado como monje, descansó en el Señor en el año († 869). Metodio, fue obispo de Sirmium nombrado por el papa Adriano II, evangelizó toda la región de Panonia. Falleció en la ciudad de Velherad, en Moravia, en el año († 885), envuelto en medio de sus múltiples actividades misioneras. El papa Juan Pablo II los proclamó santos patronos de Europa para fomentar la unidad de la fe entre Europa Occidental y Oriental.
LECTURA 1Rey 11, 29-32; 12, 19
Lectura del primer libro de los Reyes.
En cierta ocasión, Jeroboám, que estaba al servicio del rey Salomón, salió de Jerusalén y lo encontró en el camino el profeta Ajías, de Silo; éste iba cubierto con un manto nuevo, y los dos estaban solos en el campo. Ajías tomó el manto que llevaba encima y lo desgarró en doce pedazos. Luego dijo a Jeroboám: «Toma para ti diez pedazos, porque así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo voy a desgarrar el reino que Salomón tiene en su mano, y te daré las diez tribus. Una sola tribu será para él, por consideración a mi servidor David y a Jerusalén, la ciudad que yo elegí entre todas las tribus de Israel». Fue así como Israel se rebeló contra la casa de David hasta el día de hoy.
Palabra de Dios.
Comentario: El autor sagrado presenta la división del reino de Israel como consecuencia de los pecados del rey Salomón. El profeta Ajías se encuentra con Jeroboán, servidor de Salomón, y en forma simbólica profetiza que le entregarán diez de las doce tribus. Esta división tiene un cierto paralelismo con las segmentaciones, en el interior de la Iglesia, a lo largo de los siglos.
SALMO Sal 80, 10-11. 12-15
R. ¡Escuchemos la voz del Señor!
No tendrás ningún Dios extraño, no adorarás a ningún dios extranjero: Yo, el Señor, soy tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto. R.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer: por eso los entregué a su obstinación, para que se dejaran llevar por sus caprichos. R.
¡Ojalá mi pueblo me escuchara, e Israel siguiera mis caminos! Yo sometería a sus adversarios en un instante, y volvería mi mano contra sus opresores. R.
ALELUIA Cfr. Hech 16, 14
Aleluia. Señor, abre nuestro corazón, para que aceptemos las palabras de tu Hijo. Aleluia.
EVANGELIO Mc 7, 31-37
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.
Comentario: Al sanar al sordomudo, Jesús emplea sus “manos”, que expresan como se comunica el poder divino, y su “saliva”, signo de la ternura con la cual una madre trata a sus hijos. Estos gestos de Jesús recuerdan nuestro bautismo y confirmación, cuando nos comprometimos con “escuchar” a Dios y de “anunciarlo” con nuestra palabra y vida.