El primer domingo de mayo, en La Isla, un pueblo agrícola y ganadero del valle de Cogotí, a 22 km de Combarbalá, Región de Coquimbo, a 134 km de Ovalle, se celebra la fiesta de la Virgen de la Piedra, una devoción que tiene su origen mediante una leyenda.

En el año 1910, una muchacha de la comarca, al no recibir la aprobación de su madre para casarse con un joven agricultor, se fuga de casa, dirigiéndose hacia el sector de La Isla. Su madre, al seguirla y no encontrarla, la maldice con estas palabras: “Así como las piedras te protegen, en piedra te has de convertir”. La joven nunca es hallada y, luego de un tiempo, en un frontón rocoso aparece una forma humana femenina, de color más claro que el entorno, que, desde lejos, se asemeja a la figura de una virgen con un vestido frondoso.

Don Gabino Mateo Castillo, en el año 1935, es uno de los primeros lugareños en asociar la forma de la piedra con la imagen de María, dándose inicio a la devoción y peregrinación de una gran cantidad de fieles, multiplicándose relatos de milagros atribuidos a ella.

El párroco del lugar no aprueba, en un principio, esta devoción, a la que considera paganismo, y al constatar el creciente fervor de los lugareños, un día se dirige al lugar con la intención de dinamitar la imagen; pero, en el camino, su caballo se espanta, lo lanza al suelo y se fractura una pierna. Este hecho es considerado por los devotos como una señal divina, lo que acrecienta aún más la fe en la que ya, popularmente, se le conoce como la Virgen de la Piedra.

Cada año, este lugar se engalana para recibir a los peregrinos locales y afuerinos, así como también acude una gran cantidad de bailes de chinos que, con su presencia, le dan colorido, ritmo y alegría a la celebración.

Es la fe de nuestro pueblo sencillo del norte verde, que comprende que la devoción a María no se queda en ella, sino que nos conduce hacia Dios. Ella nos presenta a Jesús y nos dice: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5). Acercarnos a ella, en cualquier advocación, es acercarnos a él, amarla y amarlo a él.

En Jesús, María y Pablo,

El Director