Siempre dentro del gozo del Tiempo de Navidad celebramos hoy la Fiesta de la “Epifanía del Señor”: Dios se nos ha dado a conocer y se ha hecho presente en Jesús, nacido en Belén. La liturgia de hoy nos recuerda que Jesús ha venido como salvador para todos los hombres y mujeres del mundo, sin limitaciones ni exclusiones. Los misteriosos magos venidos de Oriente son como un símbolo de esta universalidad. Jesús no nace sólo para un pueblo, sino para todos, nadie puede sentirse excluido de su amor.
La experiencia cotidiana nos muestra que somos muy proclives a limitar, a parcelar nuestro amor y nuestro servicio. Podemos ser muy generosos y comprensivos con “aquellos que nos simpatizan”, pero si falta esta “simpatía” tendemos a ignorar y a excluir. Celebrar Epifanía es un llamado de atención a vivir de un modo distinto: abrirnos a ser testigos del amor universal de Dios, con inquietud misionera para que su amor llegue a las “periferias geográficas y existenciales”, como nos recuerda constantemente el papa Francisco.
Epifanía nos recuerda también otro elemento fundamental de la vocación cristiana: ¡la alegría! Nos lo dirá el evangelio: los magos “cuando vieron la estrella se llenaron de alegría”. Nos lo recuerdan también los niños, con su alegría contagiosa en estos días de Navidad. En el camino de la fe nos ha de acompañar siempre una profunda y radical alegría: el gozo de sabernos amados por Dios, que se hizo uno de nosotros y comparte nuestro fatigoso y aventurado camino.
Que esta fiesta de la Epifanía nos estimule a “contagiar” la alegría profunda que Dios nos ha dado al regalarnos a su Hijo Jesús. Que aquellos con quienes nos encontremos en los diversos ámbitos de nuestra vida, puedan ver en nosotros, los cristianos, una luz de alegría.
Comisión Nacional de Liturgia
Celebramos hoy la Fiesta de la Epifanía, de la manifestación de Jesús a todos los pueblos. Los Magos, venidos de Oriente, simbolizan a todas las personas, de todas las razas y culturas, que descubren en Cristo la luz de la verdad y de la vida, capaz de dar sentido y plenitud a nuestra existencia. Que nuestra celebración de hoy sea un himno de alabanza al amor salvador de Dios que nos manifiesta en su Hijo Jesús.
Las lecturas que escucharemos nos hablarán de la universalidad de la salvación. Ya en el Antiguo Testamento, el profeta Isaías vislumbra que la salvación es para todos. Por su parte san Pablo, en la carta a los Efesios, afirma que también los paganos son partícipes de la promesa de Jesucristo. En los magos venidos de Oriente a adorar a Jesús, vemos simbolizados a todos los pueblos que acuden al encuentro del Salvador.
Lectura del libro de Isaías. ¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora. Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti. Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor!
Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud. R.
Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.
Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sabá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones. R.
Porque Él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes. R.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso. Hermanos: Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorar al Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel”». Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
La Palabra de Dios nos invita a la alegría y a testimoniar el amor de Dios manifestado en Jesús, un amor que es para todos. ¿Vivo mi fe con alegría, doy gracias por este don? ¿En mi vida tengo la inquietud misionera para anunciar a Jesucristo a todas las personas?
M. En este día, en que celebramos la manifestación de Cristo como luz y salvador de las gentes, pidamos a Dios que derrame su gracia sobre todos.
1.- Por la Iglesia, que sepa anunciar a Cristo como luz que ilumina y alegra la vida y el destino de todas las personas. Oremos.
R. ¡Que tu luz Señor nos acompañe!
2.- Por todos los pueblos y sus gobernantes; para que iluminados por la luz de Jesucristo, encuentren caminos de paz y solidaridad. Oremos. R.
3.- Por los misioneros, para que nos les falte la ayuda del Espíritu, ni los medios necesarios para anunciar el evangelio. Oremos. R.
4.- Por los que sufren sin esperanza, los que buscan sin fe, los que aman a Dios sin saberlo; para que descubran a Cristo, el Salvador. Oremos. R.
5.- Por los que participamos en esta eucaristía: para que el Señor alumbre nuestros corazones con el don de la fe, y seamos luz de Cristo en medio del mundo. Oremos. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Padre bueno, te pedimos que escuches nuestras oraciones para que la luz de tu Hijo habite siempre en nosotros y se manifieste a todos. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. A Dios Padre, que quiere que todos se salven, elevemos nuestra alabanza y acción de gracias.
R. Te alabamos Padre por tu Hijo Jesucristo, hecho hombre por nosotros.
1.- Dios de bondad, te alabamos por tu Hijo amado, Jesucristo, imagen de tu amor infinito. R.
2.- Porque enviaste a tu Hijo para salvación de todas las gentes. R.
3.- Porque nos das el gozo de la fe, de caminar animados por tu amor. R.
4.- Porque nos invitas a compartir la misión de tu Hijo, siendo testigos de la luz que el trajo al mundo. R.
M. Gracias, Señor, por seguirte manifestando en nuestra historia. Con confianza te decimos: Padre nuestro…
Vayamos cristianos (Adeste fideles)/ El Señor es mi luz y mi salvación (salmo 26)/ Nace el Niño en un portal/ A ti Dios, te alaben los pueblos (salmo 66)/ Venid, adoremos a Dios (salmo 94)/ Villancicos Tradicionales.