Tres orientaciones principales y un capítulo dedicado a la sinodalidad forman parte de la Carta Pastoral dada a conocer el sábado 19 de marzo por el Arzobispo de Santiago, cardenal Celestino Aós Braco. El documento, que guiará la acción evangelizadora de la Iglesia capitalina durante 2022, fue leído durante la celebración del inicio del Año Pastoral realizada en el Colegio de los Sagrados Corazones de Alameda.
La ceremonia, realizada en momentos de retorno a la presencialidad, se llevó a cabo respetando los protocolos de prevención del Covid-19. Estaba previsto que los participantes debieran exhibir su pase de movilidad para tener acceso al recinto educacional.
Estuvieron presentes los obispos Carlos Godoy, Alberto Lorenzelli, Cristián Roncagliolo y Cristián Castro y Julio Larrondo; el rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez; vicarios, representantes de parroquias, colegios, seminarios, de organizaciones vinculadas a la pastoral y la evangelización, sacerdotes y religiosos de la Arquidiócesis, agentes pastorales e integrantes de organizaciones juveniles, entre muchos otros.
Los asistentes compartieron un momento de fraternidad en ánimo festivo, con la interpretación musical del grupo Kerygma, junto a momentos de oración en los que se recordó a quienes han fallecido debido a la pandemia y se pidió por la paz, la vida, la familia y por quienes son a diario excluidos de la sociedad, los pobres. Durante el acto también se realizó una presentación teatral a cargo de la compañía Disonante.
En su Carta a los Cristianos de nuestra Iglesia de Santiago, titulada Tiempo de Sinodalidad, Tiempo de Alegría, el arzobispo Aós definió como prioridades pastorales la centralidad de Jesucristo y urgencia de cambios; laicos, corresponsabilidad y rol de la mujer, y los jóvenes.
En el texto, de 20 páginas y que fue distribuido entre los presentes, el cardenal recalcó que solo Jesús nos da la alegría de sentirnos unidos y en paz con Dios, los seres humanos y la creación entera.
“Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”, afirmó.
Al tiempo que se mostró convencido de que vivimos “un tiempo hermoso para el cambio y la conversión, para hacer el bien y sembrar esperanza”, insistió en que cada uno de los creyentes, desde sus realidades, “debe realizar el compromiso que adquirió con Dios y la comunidad”.
“Esta es una invitación y una tarea de todos: la participación de todos es un derecho y un deber. Debemos aprender nuevos modos de relacionarnos como bautizados y desaprender otros modos”, recomendó.
Del mismo modo, el Arzobispo Aós instó a “poner a Jesucristo en el centro, levantar los ojos al cielo desde nuestra historia y seguir a Cristo, transformando nuestra vida y nuestro entorno. La centralidad de Jesucristo trae vitalidad y cambios en nuestra comunidad eclesial. Cambios que nos exigen a cada uno conversión. Debemos situar a Jesucristo como prioridad y no asumirlo como motivación de nuestras prácticas”.
“Todas nuestras estructuras, planes pastorales y prácticas debiesen existir en función de la evangelización y debemos verificarlo de acuerdo con nuestro centro. Tenemos que revisarlas con vistas a la misión primordial de la Iglesia; así evitaremos confundir la acción pastoral con una mera beneficencia u otras formas de servicio“, insistió.
En este sentido, puso como ejemplo la generación “de comunidades más acogedoras, ambientes más sanos y seguros en nuestras parroquias e instituciones, mayor participación y corresponsabilidad en las decisiones, diálogo intergeneracional, reconocimiento del rol de la mujer, atención a los ancianos, relaciones más cercanas en nuestras comunidades y de unas con otras e integración de los migrantes“, entre otras.
El documento también pone énfasis en el proceso de sinodalidad que atraviesa hora la Iglesia. “La sinodalidad nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico. El obispo y el sacerdote desvinculado del pueblo es un funcionario, no un pastor“, advirtió.
Hacia los jóvenes, recordó que la mayoría de ellos “vivirá su vocación laical, y para ella debemos educarlos. La vocación laical es, ante todo, la caridad en la familia, la caridad social y la caridad política; es un compromiso concreto desde la fe para la construcción de una sociedad nueva“, expresó.
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