No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos. Esta frase, tomada de la Carta de San Pablo a los Gálatas, es el centro del mensaje con que el Papa Francisco invita a los cristianos a reflexionar durante la Cuaresma, con el fin de hacer de este tiempo especial un momento favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado.
“La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir”, sostiene el Santo Padre en el documento.
El Pontìfice recuerda a los cristianos que, en Cuaresma, estamos llamados a a responder al don de Dios acogiendo su Palabra viva y eficaz, y motiva a los fieles a ser “colaboradores de Dios” sembrando el bien para luego cosechar el fruto de la Vida Eterna.
“Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios”, explica Francisco.
Al mismo tiempo, el Papa hace un llamado a orar: “Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse». Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad”. En sus palabras, “La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo”.
Para Francisco, la Cuaresma es el tiempo que nos recuerda que el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día, por lo que insiste en la necesidad de pedir a Dios la paciencia del agricultor, para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro.
“Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón». En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y de que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos para nuestra salvación y la de los demás. Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos»”, precisó.
El Papa concluyó su mensaje pidiendo a la Virgen Maria su intercesión para que “nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna”.
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