El cristiano “está en otra”. Ya está encima la Navidad y muchos parecen pensar que es mejor no complicarse la vida con prepararse a su celebración, pues hay demasiadas cosas qué hacer con la preparación del árbol, con mandar algunos saludos, con revisar la lista de regalos y sacar cuentas, con pensar en la ropa y en la comida: “¡menos mal que falta poco para que pase la fiesta!”, se oye decir a muchos con voz cansada y pies hinchados luego de andar de un lado para otro en las compras; esos ni se imaginan que Navidad pueda ser algo distinto.
En medio del carnaval consumista, el cristiano “está en otra” porque está esperando a Alguien, al Señor Jesús, el Dios-con-nosotros. El cristiano sabe bien que si ese Alguien falta la fiesta no tiene ningún sentido y la alegría será tan pasajera como un fuego artificial, que luego de un impresionante despliegue de luces se vuelve una oscuridad total.
El relato evangélico de este domingo es muy sobrio para anunciarnos la concepción de Jesús, y no se pierde en palabras inútiles. Nos habla de la joven María desposada con José, hombre justo y bueno, nos habla del que nacerá y tendrá por nombre Jesús, y nos habla del gran personaje de este acontecimiento: el Espíritu Santo.
En pocas líneas nos dice que se trata de un acontecimiento único que rompe todos nuestros esquemas: es el Espíritu de Dios el que hace posible este nacimiento único. Es una acción de Dios que sobrepasa nuestras posibilidades de explicaciones: el que nacerá –y que se llamará Jesús– es obra de Dios; es Dios mismo que se hace hombre. ¡Navidad es la celebración de un gran misterio!
El “Dios-con-nosotros”. Jesús, el que nace, “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21), es decir, ofrece salvarnos de todo aquello que distorsiona y desfigura nuestra vida y la hace inhumana, así como lo que daña a toda la creación.
Este es el “Dios-con-nosotros” que se manifiesta en Jesús. Pero Dios no se impone ni obliga, Dios invita y llama. Él quiere ser acogido en libertad, pues sin libertad no es posible el amor. La invitación es a acogerlo a él en nuestra vida, en nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar; esta es nuestra conversión, nuestra preparación para Navidad.
Comisión Nacional de Liturgia
Cuando nos reunimos cada domingo a celebrar al Señor, este grupo humano que somos todos pasan a ser una verdadera comunidad, un pequeño Pueblo de Dios que ora y se deja tocar y transformar por el Señor. Dispongámonos a acoger al Señor, que viene como esposo de la Iglesia a dar cumplimiento a sus promesas.
En la primera lectura escucharemos el anuncio del profeta Isaías acerca de la virgen que dará a luz a un hijo que será el “Dios-con-nosotros”. San Pablo, en la segunda lectura, nos dirá que Jesús es el que ha nacido de esa “estirpe de David”. Por último, el evangelio de Mateo nos anuncia que lo sucedido en María es el cumplimiento de la promesa del profeta y el Dios-con-nosotros es Jesús que viene a salvar a todos. Dispongámonos a escuchar con atención el anuncio de este gran misterio.
Lectura del libro de Isaías. El Señor habló a Ajaz en estos términos: «Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas.» Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al Señor». Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel».
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes porque Él la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. R.
Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma. Carta de Pablo, servi-dor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, que Él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador, por su resurrección de entre los muertos. Por Él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre, a todos los pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo. A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. La virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, Dios con nosotros. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Éste fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella pro viene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros». Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
El Señor Jesús viene a nuestro encuentro, ¿cómo me estoy preparando para acogerlo en mi vida? ¿Qué luz nueva trae a mi vida esta celebración del nacimiento de Jesús, el Dios-con-nosotros? ¿Estoy pidiendo al Señor la gracia de aprender a confiar en lo que el Dios-con-nosotros hace en este mundo?
M. A cada invocación respondemos:
R. “Ven, Señor Jesús”.
1.- Ven, Señor, y visita a tu Iglesia. Concédele la unidad y el entusiasmo para anunciar el evangelio. Oremos.
2.- Ven, Señor, e ilumina y fortalece al Papa y todos los Pastores de la Iglesia. Concédeles ser testigos audaces de tu presencia. Oremos. R.
3.- Ven, Señor, y protege a nuestro pueblo. Concede sabiduría y justicia a las autoridades, ordena en tu paz nuestros días y ayúdanos a convivir más fraternalmente. Oremos. R.
4.- Ven, Señor, y alivia el sufrimiento de los enfermos, consuela a los afligidos, sostiene a los que están cansados, anima a los que han perdido la esperanza. Oremos. R.
5.- Ven, Señor, y quédate en nuestra comunidad de N., Ayúdanos a ser un signo de tu presencia bondadosa en nuestro barrio y en nuestros ambientes de trabajo y estudio. Oremos. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Señor, Dios nuestro, que la Virgen María que mereció llevar en su vientre a Jesucristo, el Dios hecho hombre, te presente nuestra oración. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Bendito seas Señor Jesús, que te haces cercano a nosotros.
R. ¡Bendito seas, Señor Jesús!
M. Bendito seas Señor Jesús, que nos traes la alegría de tu presencia.
R. ¡Bendito seas, Señor Jesús!
M. Bendito seas Señor Jesús, que estás siempre junto nosotros.
R. ¡Bendito seas, Señor Jesús!
M. Padre, en el Señor Jesús nos visitas y te quedas con nosotros para hacernos tus hijos y hermanos unos de otros. Confiadamente te decimos junto al Señor Jesús: Padre nuestro…
Ven, ven Señor no tardes/ Sabemos que vendrás/ Toda la Tierra espera al Salvador/ Santa María de la Esperanza.