Jesús, con el signo de la pesca abundante, realiza su convocatoria para que quienes deseen seguirlo se unan a su proyecto de vida. Como siempre, es el Señor el que toma la iniciativa y se diferencia de los maestros de su época, ya que estos eran elegidos por sus discípulos. En cambio, Jesús escoge y prepara a sus discípulos para la misión. Sin duda que la respuesta a su llamado es categórica, porque ellos, dejándolo todo, lo siguieron.
En este contexto y con estos rasgos, Jesús inaugura un nuevo tipo de seguimiento, porque el creyente se constituye en una vocación vinculante, en un discipulado permanente donde comparte toda su vida con el Maestro. La autoridad y el llamado de Jesús evoca el llamado que Dios hiciera a los profetas del Antiguo Testamento, en el que vocación y misión forman parte de una sola realidad (Cf. Jer 20, 5-10).
Como cristianos, creemos que Cristo está eternamente presente y que el llamado hecho a Pedro o a Juan permanece hasta nuestros días. No obstante, por nuestra falta de fe, aquella respuesta que espera el Señor es débil y casi siempre está llena de “miedos”. Al respecto, santo Tomás dice: “Quien tropieza en el camino, por poco que avance, siempre se aproxima a la meta; quien corre fuera de él, cuánto más corre, más se aparta de la meta”.
Pero, a pesar de los “miedos” y “contradicciones”, Pedro ve en el llamado de Jesús una intervención extraordinaria y no se siente digno: “Apártate de mí…”. Sin embargo, el Señor, libre de prejuicios y lleno de misericordia, acoge a Pedro y lo anima, “No temas”. Al igual que Pedro, una vez más, todo creyente, más allá de sus miedos y debilidades, es invitado a confiar en la Palabra de Dios para que, en nombre del Señor, su pesca también sea abundante.
“Jesús dijo a Simón: ´No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres´”, (Lc 5, 10).
Fredy Peña Tobar, ssp.
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