De la feria. Morado. San Juan Damasceno, p., y d. (ML). Blanco.
Lectura del libro de Isaías.
El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados. Él arrancará sobre esta montaña el velo que cubre a todos los pueblos, el paño tendido sobre todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha dicho Él, el Señor. Y se dirá en aquel día: «Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!» Porque la mano del Señor se posará sobre esta montaña.
Palabra de Dios.
Comentario: Con lenguaje sencillo y cercano, como el de un banquete bien servido, Isaías describe de manera simbólica cómo será el día del encuentro definitivo de Dios con todos los pueblos. Un día en el que ya no existirán las luchas humanas y el consecuente dolor, la esclavitud y los velos que cubren la verdad. En ese día habrá una sola realidad: la felicidad de la salvación.
R. Habitaré por siempre en la Casa del Señor.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.
Aleluia. El Señor viene a salvar a su pueblo. Felices los preparados para salir a su encuentro. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a Él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y Él los sanó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban sanos, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino». Los discípulos le dijeron: «¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente? » Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tienen?» Ellos respondieron: «Siete y unos pocos pescados». Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas.
Palabra del Señor.
Comentario: Nos encontramos con Jesús que tiene compasión de las necesidades ajenas. Y para poder responder necesita de la colaboración de los discípulos: “¿Cuántos panes tienen?”. Con lo poco que tenían, y que fuera entregado con generosidad, realiza el milagro, y hasta sobran siete canastas con pan. Gracias Jesús por tu amor compasivo y por motivarnos a la solidaridad.