Desde siempre la Iglesia ha esperado el fin de los tiempos. En los primeros siglos algunos cristianos no querían ni siquiera trabajar, porque el fin era inminente. Contra estos, san Pablo tendrá palabras muy duras, diciendo que el que no trabaja, que tampoco coma. Cristo prometió que volvería, y así lo aseguraron también los ángeles que hablaron a los Apóstoles en el momento en que Cristo ascendió a los cielos. Así como lo han visto partir, así volverá. Desde entonces y hasta hoy, cada vez que alguno de estos signos mencionados por el Señor en el evangelio de hoy, terremotos o pestes, se hace presente en la historia, algunos vuelven a proclamar el inminente fin de los tiempos.
En el credo rezamos que Cristo, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, o como lo proclama el credo niceno: y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos. Que Cristo volverá, es parte fundamental de nuestra fe. Pero el problema es el momento en que regresará, el “cuándo”. Aunque él mismo nos ha dicho que sólo el Padre lo sabe, y que ni siquiera el Hijo conoce la hora o el día (Mc 13, 32). La consecuencia que el Señor propone ante esta incertidumbre es que hay que estar siempre en vela, atentos, esperando, como si fuese a ocurrir en cualquier momento. Esto es lo que la Iglesia y los cristianos han hecho siempre, esperar y velar. Pero ante quien se atreva a proclamar que conoce el día y la hora, hay que estar aún más en guardia, pues si ni siquiera el Hijo o los ángeles lo saben, ¿cómo podría conocerlo un hombre?; sería más grande que los ángeles o que el mismo Cristo, y eso no lo podemos aceptar.
Por eso es que hay que velar y esperar, pero no creer al que declare conocer la hora en que Cristo volverá.
Comisión Nacional de Liturgia
Nos acercamos al fin de este año litúrgico, por eso resuena también en la liturgia de hoy el tema del fin de los tiempos. La invitación del Señor es a velar y orar, esperando su plena manifestación. Por eso en este día nos reunimos para velar y celebrar la cena del Señor, la cena que en el cielo no tendrá fin.
El día del Señor es una realidad cierta. Cuando llegue, esperamos que nos ilumine como un gran sol de justicia.
Lectura de la profecía de Malaquías. Llega el Día, abrasador como un horno. Todos los arro-gantes y los que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
R. El Señor viene a gobernar los pueblos.
Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es Rey. R.
Resuene el mar y todo lo que hay en él, el mundo y todos sus habitantes; aplaudan las corrientes del océano, griten de gozo las montañas al unísono. R.
Griten de gozo delante del Señor, porque Él viene a gobernar la tierra; Él gobernará el mundo con justicia, y los pueblos con rectitud. R.
Esperar la vuelta de Cristo nos impulsa a trabajar aún con mayor ánimo por el bien de todos.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica. Hermanos: es ordenamos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros. Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes, y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A éstos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
Aleluia. Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Aleluia.
Toda dificultad y contradicción es ocasión para dar testimonio de nuestra fe en la victoria de Cristo.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?» Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin». Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas».
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Creemos que Cristo volverá. Así lo proclamamos cada domingo en nuestra profesión de fe. ¿Somos conscientes que esto de verdad ocurrirá? ¿Esperamos y velamos con paz de corazón este regreso glorioso, o nos aterran los signos que acompañarán este regreso del Señor? ¿Qué pesa más en nuestro corazón, la alegría de su regreso o el miedo ante estos signos prodigiosos?
M. A Cristo, que vendrá para salvarnos, dirijamos ahora nuestras oraciones, por las necesidades de la Iglesia y por la salvación del mundo.
1.- Por el papa N., por los obispos, presbíteros y diáconos, y por todos los cristianos, para que siendo consecuentes con nuestro bautismo, esperemos a Cristo con un corazón vigilante. Roguemos al Señor.
R: Escúchanos, Señor, te rogamos.
2.- Por los jueces y quienes tienen la misión de impartir justicia, para que guiados por los mandamientos de Dios, busquen siempre la verdad y el bien. R.
3.- Por los que sufren a causa de terremotos, pestes, inundaciones o persecuciones, para que puedan sentirse confortados en sus tribulaciones por los dones del Espíritu Santo y la compañía de los hermanos. R.
4.- Por nosotros, para que cada vez que nos reunimos en el nombre del Señor, sintamos su presencia en medio nuestro, y no cesemos de esperar su retorno glorioso. R.
(Se pueden agregar otras peticiones de la comunidad)
M. Escucha, Dios bueno y misericordioso, las súplicas del pueblo que has redimido al precio de la Sangre de tu Hijo Jesucristo. Que vive y reina, por los siglos de los siglos.
Para las Asambleas Dominicales en Ausencia del Presbítero (ADAP) y la comunión de enfermos.
M. Dios y Señor nuestro, que no nos abandonas a nuestras propias fuerzas, sino que nos cubres con tus dones, para que nunca abandonemos la espera de tu retorno glorioso, te aclamamos, diciendo:
R. Ven, oh Dios, y no tardes.
1.- Porque has querido, Padre, enviar a tu Hijo al mundo para salvarnos y hacernos volver a ti. R.
2.- Porque has anunciado, Señor Jesús, tu pronto regreso, al final de los tiempos. R.
3.- Porque has venido, Espíritu Santo, y continúas viniendo para dar vida a tu pueblo. R.
M. Que nunca cesemos de alabarte y bendecirte, porque eres Dios, y en tu misericordia has querido hacernos tus hijos. Por eso, con filial confianza te oramos, diciendo: Padre nuestro…
Dios Trino/ Te ofrecemos, oh Señor/ Aleluia, vivo estás/ Vengan a él/ Santa María de la Esperanza.