De la feria. Verde.
Lectura del libro de la Sabiduría.
¡Escuchen, reyes, y comprendan! ¡Aprendan, jueces de los confines de la tierra! ¡Presten atención, los que dominan multitudes y están orgullosos de esa muchedumbre de naciones! Porque el Señor les ha dado el dominio, y el poder lo han recibido del Altísimo: Él examinará las obras de ustedes y juzgará sus designios. Ya que ustedes, siendo ministros de su reino, no han gobernado con rectitud ni han respetado la Ley ni han obrado según la voluntad de Dios, Él caerá sobre ustedes en forma terrible y repentina, ya que un juicio inexorable espera a los que están arriba. Al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán examinados con rigor. Porque el Señor de todos no retrocede ante nadie, ni lo intimida la grandeza: Él hizo al pequeño y al grande, y cuida de todos por igual, pero los poderosos serán severamente examinados. A ustedes, soberanos, se dirigen mis palabras, para que aprendan la Sabiduría y no incurran en falta; porque los que observen santamente las leyes santas serán reconocidos como santos, y los que se dejen instruir por ellas también en ellas encontrarán su defensa. Deseen, entonces, mis palabras; búsquenlas ardientemente, y serán instruidos.
Palabra de Dios.
Comentario: El Libro de la Sabiduría, atribuido a Salomón, se dirige a los que gobiernan. Partiendo del concepto que todo poder proviene de Dios, los invita a gobernar en la justicia y según la Voluntad divina. Este concepto se mantendrá en toda la Biblia (Cfr. Jn 19, 11; Rom 13, 1) y en el pensamiento posterior de la Iglesia, que invoca la asistencia del Espíritu Santo en la designación de sus autoridades.
R. ¡Levántate, Señor, y juzga a la tierra!
¡Defiendan al desvalido y al huérfano, hagan justicia al oprimido y al pobre; libren al débil y al indigente, rescátenlos del poder de los impíos! R.
Yo había pensado: «Ustedes son dioses, todos son hijos del Altísimo». Pero morirán como cualquier hombre, caerán como cualquiera de los príncipes. R.
Aleluia. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».
Palabra del Señor.
Comentario: La lepra es una enfermedad contagiosa que se debe tratar cuidadosamente. Recién en el año 1874 comenzaron a encontrarse caminos para la curación médica. Por tanto, en el tiempo de Jesús, ser leproso significaba quedar excluido; de aquí que sólo podían gritar… Jesús los oye y los cura; aunque sólo uno regresó para agradecerle. “Señor, gracias por tu amor y sanación”.