El evangelista Marcos presenta, a través de una catequesis, la identidad de Jesús: quién es y lo que significa ser su discípulo. Por eso se vale de sus enseñanzas para responder a las inquietudes de la comunidad en temas como el comportamiento que corresponde a los cristianos en la convivencia del amor matrimonial. En este sentido, la pregunta de los fariseos a Jesús no busca saber qué dice Jesús acerca del matrimonio, sino su interpretación de (Deut 24,1), con respecto al divorcio. La interpretación farisea de la ley no ponía en discusión el derecho que el hombre tenía al divorciarse de su esposa, sino en qué circunstancias y por qué podía hacerlo.
Jesús para remitirse al momento de la creación donde Dios crea al hombre y a la mujer en igualdad de condiciones, les responde con una pregunta “¿Qué les mandó Moisés?”. La norma de moisés no refleja lo que quiso Dios desde su origen, sino que es una solución para evitar que se acumulen mayores males por la dureza de corazón de los hombres. El Señor no niega que el divorcio esté admitido en el Antiguo Testamento y da razones por las que este existía. Por eso la expresión “dureza de corazón”, en la Biblia, se utiliza para designar la actitud discriminadora que se niega a obedecer la voluntad de Dios y que obligó a Moisés a imponer una ley de divorcio.
Con su sacrificio, Jesús devuelve la unión del hombre y la mujer a su pureza primigenia, cuando Dios los creó. Jesús está por encima de la perspectiva farisea y aboga por el pacto de amor en el matrimonio. Es cierto, que hay situaciones insufribles en el matrimonio y que desgraciadamente terminan en separación. Pero en la perspectiva del Reino solo con una actitud de niños y en unión con Dios los esposos encuentran la luz y la fuerza para superar los obstáculos en su vida conyugal.
“Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne” (Mc 10, 7.8).
Fredy Peña Tobar, ssp.
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