Leccionario Santoral: Ef 4, 1-7. 11-13; Sal 29, 2. 4. 7-10; Mc 4, 1-10. 13-20.
LECTURA 1Tim 2, 1-8
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre Él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Éste es el testimonio que Él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento. Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones. Palabra de Dios.
Comentario: Uno de los primeros deberes de la comunidad es el menester de la “oración”. La comunidad de tesalónica –como comunidad cristiana– ponía en común las súplicas, las peticiones, las intercesiones y la acción de gracias. La oración tiene aquella dimensión salvadora y espiritual que busca la intervención de Cristo Salvador, pues él es el único mediador entre Dios y los hombres.
SALMO Sal 27, 2.7-9
R. ¡Oye la voz de mi plegaria, Señor!
Oye la voz de mi plegaria, cuando clamo hacia ti, cuando elevo mis manos hacia tu Santuario. R.
El Señor es mi fuerza y mi escudo, mi corazón confía en Él. Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda: por eso le daré gracias con mi canto. R.
El Señor es la fuerza de su pueblo, el baluarte de salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia; apaciéntalos y sé su guía para siempre. R.
ALELUIA Jn 3, 16
Aleluia. Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único; todo el que cree en Él tiene Vida eterna. Aleluia.
EVANGELIO Lc 7, 1-10
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: “Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga”. Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace”. Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe”. Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús está libre de todo prejuicio y limitación, ya que es capaz de atender y curar a un sirviente de un centurión romano. Este último considerado enemigo por un israelita. El gesto del Señor traspasa las barreras de cualquier credo, porque en y desde la fe es posible lograr lo que se le pide a Dios con fe, puesto que Dios es padre de todos.