Al mediodía de este sábado 4 de septiembre, el arzobispo de Santiago, monseñor Celestino Aós celebró una solemne eucaristía en la Catedral Metropolitana para rezar por todos los fallecidos durante la pandemia, que al día de hoy son más de 37 mil personas en Chile.
En la ceremonia, que se realizó cumpliendo con los aforos permitidos por la autoridad sanitaria, el cardenal entregó un mensaje de esperanza a todos los familiares de los difuntos, quienes se encuentran viviendo el duelo de su partida.
“Para nosotros los cristianos la muerte no es un mero hecho biológico. Es Jesucristo que vuelve a cumplir su promesa. No se turben, crean en Dios”, dijo Monseñor Aós. Y añadió: “Los vivos necesitamos consuelo (…) Jesús dice: “yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá“.
Asimismo, el cardenal señaló que “hoy estamos sintonizando y rezando juntos porque uno de nuestros familiares y amigos ha muerto. Quizá usted es de aquellos que no pudo acompañarlo en la hora de la agonía (…) rezamos por el personal sanitario que los acompañó y les dio gestos de cariño”.
A la misa asistieron familias y personas que durante el último tiempo han vivido silenciosamente la pérdida de sus seres queridos.
Gustavo González cuenta que asistió a la misa para pedir por una cuñada “que está muy delicada de salud por el coronavirus” y también por una compañera de trabajo y su marido, que fallecieron por esta enfermedad. González dijo que poder rezar por ellos en la misa “da una paz y una tranquilidad muy grande”.
Por otro lado, Alejandro Cortés señaló que asistió a la ceremonia para rezar por su madre, que falleció hace un año contagiada de Covid y que apenas pudo despedir debido a las restricciones sanitarias. “Quise venir en representación de ella. Ella era muy devota y nunca había podido venir a la catedral”, contó emocionado. Cortés explicó que hace unos días recibió un llamado en el que lo invitaron a la misa por los difuntos, algo que fue inesperado para él. “La viejita de alguna forma metió la mano para que yo estuviera acá”.
Como un signo por los difuntos, al inicio y al final del rito religioso, se tocaron las campanas de la Catedral Metropolitana y se hizo un minuto de silencio, invitación que había sido extendida a todas las Iglesias de la capital.