Vamos ya hacia el final del año litúrgico. La fugacidad de la vida debe ayudarnos
a orientar nuestra existencia hacia el Señor. Supliquemos con el Salmo: “No nos
abandones, Señor, Dios nuestro, no te quedes lejos; ven a socorremos, Señor nuestro,
nuestra salvación” (Sal 37).
Hoy pedimos perdón: por las veces que hemos abandonado el camino del bien;
por no haber dado gracias por los muchos dones recibidos de Dios; por haber
buscado puestos de honor en la comunidad, en vez de servicio.
LECTURAS BÍBLICAS
Primera lectura: Sabiduría 11, 22 – 12, 2.
Himno a la vida. Dios es fuente de todo lo que existe y no quiere que nada sea
destruido, porque él es “amigo de la vida”. Invitación a la ecología.
Segunda lectura: 2 Tesalonicenses 1, 11 – 2, 2.
Pablo ora por los cristianos de Tesalónica para que Dios, que lo ha llamado a la
salvación, lleve a cumplimiento ese llamado.
Evangelio: Lucas 19, 1-10.
El evangelio, con la conversión del publicano Zaqueo, rico y odiado, revela que la
misericordia de Dios, cuando es recibida con sinceridad, es una fuerza irresistible
de conversión.
El pan y el vino son signos del único pan que es Cristo. Los ofrecemos con el profundo
deseo de una vida coherente que integre en nosotros fe y obras.
La comunión sacramental sea signo y anticipación de la comunión definitiva con
Cristo en Dios.
Volvamos a nuestro barrio, a nuestra casa y actividades, alabando a Dios Padre
que nos ha congregado en nombre de Jesús y que, con la fuerza del Espíritu Santo,
nos da la fuerza de comunicarlo a todos.