Leccionario santoral: Cant 3, 1-4; Sal 62, 2-6. 8-9; Jn 20, 1-3. 11-18.
LECTURA Éx 19, 1-2. 9-11. 16-20
Lectura del libro del Éxodo.
El primer día del tercer mes, después de su salida de Egipto, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí. Habían partido de Refidím, y cuando llegaron al desierto del Sinaí, establecieron allí su campamento. Israel acampó frente a la montaña. El Señor dijo a Moisés: «Yo vendré a encontrarme contigo en medio de una densa nube, para que el pueblo pueda escuchar cuando Yo te hable. Así tendrá en ti una confianza a toda prueba». Y Moisés comunicó al Señor las palabras del pueblo. Luego añadió: «Ve adonde está el pueblo y ordénales que se purifiquen hoy y mañana. Que laven su ropa y estén preparados para pasado mañana. Porque al tercer día el Señor descenderá sobre la montaña del Sinaí, a la vista de todo el pueblo». Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos, una densa nube cubrió la montaña y se oyó un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció de temor. Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y todos se detuvieron al pie de la montaña. La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había bajado a ella en el fuego. El humo se elevaba como el de un horno, y toda la montaña temblaba violentamente. El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y el Señor le respondía con el fragor del trueno. El Señor bajó a la montaña del Sinaí, a la cumbre de la montaña, y ordenó a Moisés que subiera a la cumbre. Palabra de Dios.
Comentario: En el monte Sinaí Dios realiza una oferta a su Pueblo. En efecto, para el pueblo se le abre la posibilidad de convertirse en el Pueblo del Dios único. Por tanto, lo que Israel no puede olvidar es que el Dios que se les revela es el mismo que actuó contra los egipcios. Desde luego que Dios no obliga a nadie y, por lo mismo, deberá decidir si quiere ser parte de esta alianza, obedeciendo.
SALMO [Sal] Dn 3, 52-56
R. ¡Gloria y honor a ti, Señor!
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y exaltado eternamente. R.
Bendito sea tu santo y glorioso Nombre, alabado y exaltado eternamente. R.
Bendito seas en el Templo de tu santa gloria, aclamado y glorificado eternamente por encima de todo. R.
Bendito seas en el trono de tu reino, aclamado por encima de todo y exaltado eternamente. R.
Bendito seas Tú, que sondeas los abismos y te sientas sobre los querubines, alabado y exaltado eternamente por encima de todo. R.
Bendito seas en el firmamento del cielo, aclamado y glorificado eternamente. R.
ALELUIA Cf. Mt 11, 25
Aleluia. Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluia.
EVANGELIO Mt 13, 10-17
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Por qué le hablas a la multitud por medio de parábolas?». Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: “Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y Yo no los sane”. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron». Palabra del Señor.
Comentario: Los discípulos de Jesús necesitaban una palabra de aliento y de convicción. Incluso no entendiendo el mensaje de Jesús, los discípulos se dan tiempo para la reflexión. Sin embargo, aún no comprenden que la causa del reinado de Dios no es un paseo triunfal, sino una que lleva siempre consigo el sufrimiento y la tribulación.