El Papa Francisco reanudó esta mañana su ciclo de catequesis, abordando esta vez, la relación que existe entre la oración y la Trinidad, en particular, con el Espíritu Santo. Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre explicó cómo el Espíritu Santo es quien les abre a los hombres la posibilidad de encontrar a Cristo en sus corazones, por lo que resulta fundamental que los cristianos sean capaces de avivar ese fuego que Jesús ha traído a la tierra.
El Obispo de Roma comenzó su catequesis reconociendo al Espíritu Santo como el primer don de toda existencia cristiana, por cuanto, si él, no hay relación posible con Cristo y con el Padre, ya que, sostuvo “el Espíritu abre nuestro corazón a la presencia de Dios y lo atrae a ese “torbellino” de amor que es el corazón mismo de Dios. Nosotros no somos solo huéspedes y peregrinos en el camino en esta tierra, somos también huéspedes y peregrinos en el misterio de la Trinidad”.
Francisco afirmó que podemos ser como Abrahán, quien un día, acogiendo en su tienda a tres viajeros, encontró a Dios. “Si podemos en verdad invocar a Dios llamándolo “Abbà – Papá”, es porque en nosotros habita el Espíritu Santo; es Él quien nos transforma en lo profundo y nos hace experimentar la alegría conmovedora de ser amados por Dios como verdaderos hijos. Todo el trabajo espiritual dentro de nosotros hacia Dios lo hace el Espíritu Santo, este don. Trabaja en nosotros para llevar adelante nuestra vida cristiana hacia el Padre, con Jesús”, señaló.
MEMORIA TRINITARIA
El Pontífice recordó que el Catecismo establece que “cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración”. Por lo tanto, la Iglesia debe fomentar la oración diaria al Espíritu, “especialmente al comenzar y al terminar cualquier acción importante”. De esta manera, el Espíritu es capaz de traer a Jesús a nuestro presente y a nuestro ahora. “Él nos “recuerda” a Jesús y lo hace presente en nosotros —podemos decir que es nuestra memoria trinitaria, es la memoria de Dios en nosotros— y lo hace presente en Jesús, para que no se reduzca a un personaje del pasado: es decir, el Espíritu trae al presente a Jesús en nuestra conciencia”, precisó Francisco.
Para el sucesor de Pedro, si Cristo fuera tan solo una presencia histórica, lejana en el tiempo, estaríamos solos y perdidos en el mundo. Y eso es precisamente lo que evita la acción del Espíritu Santo, al hacer a Jesús presencia viva en toda existencia: “En él todo es vivificado: a los cristianos de todo tiempo y lugar se les abre la posibilidad de encontrar a Cristo. Está abierta la posibilidad de encontrar a Cristo no solamente como un personaje histórico. No: Él atrae a Cristo en nuestros corazones, es el Espíritu quien nos hace encontrarnos con Cristo. Él no está distante, el Espíritu está con nosotros”.
AVIVAR EL FUEGO
De todo esto se deriva una gran responsabilidad para la Iglesia: “La primera tarea de los cristianos es mantener vivo este fuego, que Jesús ha traído a la tierra ¿y cuál es este fuego? Es el amor, el Amor de Dios, el Espíritu Santo”. Para el Papa, sin ese fuego, “las profecías se apagan, la tristeza suplanta la alegría, la costumbre sustituye al amor, el servicio se transforma en esclavitud”. Y para describirlo mejor, Francisco recordó la imagen de la lámpara encendida junto al tabernáculo, donde se conserva la Eucaristía. “Cuando la iglesia se vacía y cae la noche, también cuando la iglesia está cerrada, esa lámpara permanece encendida, continúa ardiendo: no la ve nadie, pero arde ante el Señor. Así es el Espíritu en nuestro corazón, está siempre presente como esa lámpara”, manifestó.
Por eso, cada vez que no tengamos ganas de rezar o lo hagamos solamente por cumplir, dijo el Pontífice, debemos ser capaces de llamar al Espíritu que construye la historia de la Iglesia y del mundo a hacerse presente en nuestras vidas. “Ese es el momento de decir al Espíritu: “Ven, ven Espíritu Santo, calienta mi corazón. Ven y enséñame a rezar, enséñame a mirar al Padre, a mirar al Hijo. Enséñame cómo es el camino de la fe. Enséñame cómo amar y sobre todo enséñame a tener una actitud de esperanza”, planteó.
El Papa terminó su catequesis con una invitación: “No lo olvidemos, el Espíritu está presente en nosotros. Escuchemos al Espíritu, llamemos al Espíritu —es el don, el regalo que Dios nos ha hecho— y digámosle: “Espíritu Santo, yo no sé cómo es tu rostro – no lo conocemos – pero sé que tú eres la fuerza, que tú eres la luz, que tú eres capaz de hacerme ir adelante y de enseñarme cómo rezar. Ven Espíritu Santo””.