Con motivo de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, el papa Francisco dedicó su catequesis de los días miércoles a profundizar acerca de la importancia de la oración para superar las divisiones, recalcando que, en los tiempos que vivimos, es fundamental rezar para lograr que la unidad prevalezca por sobre los conflictos, puesto que, en sus palabras, “la oración es el punto de partida para ayudar a Jesús a cumplir su sueño: que todos sean uno”.
De este modo, el Santo Padre manifestó que la unidad puede llegar solo como resultado de la oración. “Los esfuerzos diplomáticos y los diálogos académicos no bastan. Jesús lo sabía y nos ha abierto el camino, rezando”, dijo, recordando como, tras la Última Cena, Cristo rezó por los suyos, “para que todos sean uno”. Por lo tanto, cada uno de nosotros debe preguntarse si reza por la unidad, en la medida que solo podremos hacer que el mundo crea testimoniando el amor que nos une y nos hace cercanos a todos.
“Si revisamos las intenciones por las que rezamos, probablemente nos demos cuenta de que hemos rezado poco, quizá nunca, por la unidad de los cristianos. Sin embargo de esta depende la fe en el mundo; el Señor pidió la unidad entre nosotros «para que el mundo crea»”.
Tal como lo ha manifestado en diversas ocasiones, el sucesor de Pedro recalcó la importancia de estar unidos para enfrentar los problemas, sobre todo ahora que vivimos un tiempo de graves dificultades.
“Es urgente dejar de lado los particularismos para favorecer el bien común, y por eso nuestro buen ejemplo es fundamental: es esencial que los cristianos prosigan el camino hacia la unidad plena, visible. En los últimos decenios, gracias a Dios, se han dado muchos pasos adelante, pero es necesario perseverar en el amor y en la oración, sin desconfianza y sin cansarse”, señaló.
Francisco continuó su catequesis abordando como la unidad es “un don, es una gracia para pedir con la oración”. Recordó también que “todos necesitamos la unidad, pero vemos que es difícil mantenerla incluso en nosotros mismos. Como san Pablo, también nosotros experimentamos un conflicto entre el bien que deseamos realizar y la inclinación al mal, que nos lleva a hacer lo contrario”.
Así, el Papa explicó que gran parte de los problemas surgen del conflicto interno entre el bien y el mal que existe al interior de cada ser humano: solo superándolo será posible alcanzar el ideal propuesto por Jesús.
“La raíz de tantas divisiones que hay a nuestro alrededor —entre las personas, en la familia, en la sociedad, entre los pueblos y también entre los creyentes— está dentro de nosotros”, ya que el hombre “siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad”. Por lo tanto, prosiguió el Vicario de Cristo, “la solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia genera otra discordia. El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad”.
“Rezar significa luchar por la unidad”, añadió el Santo Padre. Luchar, enfrentando al enemigo, el diablo, que provoca la división y siembra la discordia entre las personas, algo totalmente alejado del plan del Señor. “El camino de Dios es otro: nos toma como somos, nos ama mucho, pero nos ama como somos y nos toma como somos; nos toma diferentes, nos toma pecadores, y siempre nos impulsa a la unidad”, precisó.
¿Cómo podemos superar las divisiones? La respuesta de Francisco es clara: solo a través de Jesús. “La raíz de la comunión es el amor de Cristo, que nos hace superar los prejuicios para ver en el otro a un hermano y a una hermana al que amar siempre. Entonces descubrimos que los cristianos de otras confesiones, con sus tradiciones, con su historia, son dones de Dios, son dones presentes en los territorios de nuestras comunidades diocesanas y parroquiales”, sostuvo, y concluyó: “Empecemos a rezar por ellos y, cuando sea posible, con ellos. Así aprenderemos a amarlos y a apreciarlos. La oración, recuerda el Concilio, es el alma de todo el movimiento ecuménico. Que sea por tanto, la oración, el punto de partida para ayudar a Jesús a cumplir su sueño: que todos sean uno.