De la feria. Verde. San Roberto Belarmino, o. y d. (ML). Blanco.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: El que aspira a presidir la comunidad desea ejercer una noble función. Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza. Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad. Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios? Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio. También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio. De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas. Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado. Que las mujeres sean igualmente dignas, discretas para hablar de los demás, sobrias y fieles en todo. Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo.
Palabra de Dios.
Comentario: Pablo entrega a Timoteo claras directivas sobre las cualidades que deben tener quienes prestan servicios de autoridad: irreprochables, sobrios, enemigos de las querellas; y quienes estén casados deben haber gobernado bien la propia casa, y dado buena educación a sus hijos. Criterios para tener siempre en cuenta.
R. ¡Procederé con rectitud de corazón!
Celebraré con un canto la bondad y la justicia: a ti, Señor, te cantaré; expondré con sensatez el camino perfecto: ¿cuándo vendrás en mi ayuda? R.
Yo procedo con rectitud de corazón en los asuntos de mi casa; nunca pongo mis ojos en cosas infames. Detesto la conducta de los descarriados. R.
Al que difama en secreto a su prójimo lo hago desaparecer; al de mirada altiva y corazón soberbio no lo puedo soportar. R.
Pongo mis ojos en las personas leales para que estén cerca de mí; el que va por el camino perfecto es mi servidor. R.
ALELUIA Lc 7, 16
Aleluia. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, Yo te lo ordeno, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo». El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
Palabra del Señor.
Comentario: La resurrección del hijo de la viuda de Naím es una confirmación de que Jesús es el Salvador que debía venir y es una garantía de que por él la vida triunfa sobre la muerte. Ante el milagro de haber devuelto la vida de este joven, todos quedan conmovidos y comienzan a reconocer que Dios nos salva del temor del mal y de la muerte.