Santos Cornelio, Pa. y Cipriano, o., mrs. (MO). Rojo.
Leccionario Santoral: 2Cor 4, 7-15; Sal 125, 1-6; Jn 17, 1. 11-19.
Semana 24ª durante el año – Semana IV del Salterio.
Cornelio, natural de Roma, fue elegido papa en el año 251, después de un período sin pontífice a causa de la persecución del emperador Decio, durante el cual había gobernado la Iglesia el sacerdote Novaciano. Este se opuso a la elección de Cornelio, porque acogía con misericordia a los apóstatas convertidos, y se provocó la división entre los cristianos de Roma. Murió exiliado y martirizado en Civitavecchia durante la persecución de Treboniano Galo.
Cipriano, era un pagano convertido. Fue consagrado obispo de Cartago (África) hacia el año 249, y se encontró con el mismo problema que Cornelio: readmitir o no a los apóstatas arrepentidos. Era de la misma opinión que Cornelio y lo apoyó en contra de Novaciano. Con este motivo Cornelio y Cipriano mantuvieron una asidua correspondencia epistolar. Convocó el sínodo de Cartago, en el cual prevaleció su criterio de la misericordia. Fue martirizado en la persecución de Valeriano el año 258 por negarse a apostatar de la fe cristiana.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre Él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Éste es el testimonio que Él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento. Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.
Palabra de Dios.
Comentario: Pablo pide a Timoteo orar, con las manos en alto, intercediendo y agradeciendo a Dios por todos. Pedir pero también agradecer para disfrutar “de paz y de tranquilidad”. Rezar “por” los gobernantes y no “al” César; los cristianos nos dirigimos filialmente a Dios, no a los que gobiernan y a sus dioses.
R. ¡Oye la voz de mi plegaria, Señor!
Oye la voz de mi plegaria, cuando clamo hacia ti, cuando elevo mis manos hacia tu Santuario. R.
El Señor es mi fuerza y mi escudo, mi corazón confía en Él. Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda: por eso le daré gracias con mi canto. R.
El Señor es la fuerza de su pueblo, el baluarte de salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia; apaciéntalos y sé su guía para siempre. R.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga». Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo ?que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes? cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace». Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe». Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Palabra del Señor.
Comentario: Jesús admira la fe de un funcionario que pide por su sirviente enfermo. La expresión de la fe del centurión romano fue recogida por la liturgia eucarística y se repite en coro antes de la comunión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”. ¿Con qué actitud nos acercamos a Dios? ¿Con la humildad y la confianza de este extranjero? ¿O el camino de los fariseos?