Curaco de Vélez, del mapudungún cura (piedra) y co (agua). Agua extraída de entre las rocas.
El topónimo Curaco es utilizado sin el nominativo Vélez hasta mediados del siglo XIX, que corresponde al apellido del primer encomendero español de estas tierras.
Es un pueblo ubicado en la isla de Quinchao, a 10 km de Dalcahue y a 16 km de Achao, en Chiloé.
Los habitantes del lugar, antiguamente pescadores y balleneros, hoy se dedican al cultivo de papas, trigo y avena, a la crianza de aves y animales, a los cultivos marinos, a la recolección de algas como el pelillo, a la actividad forestal y al turismo.
Luego de la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas en 1767, llegan a misionar al lugar los padres de la Orden franciscana, quienes construyen una capilla. Con el aumento del número de habitantes, a fines del siglo XIX, es edificado un templo de mayor tamaño que, mientras se encontraba en trámite para ser declarado monumento nacional, el 26 de febrero de 1971 es destruido totalmente por un incendio.
A principios del siglo XX, el obispo Ramón Ángel Jara crea la parroquia de Curaco de Vélez y envía a monseñor Francisco Bohle para modelar la propiedad parroquial, trazando las calles del pueblo y la plaza, junto con crear una casa de ayuda social y un cementerio.
El actual templo, en forma de A, con muros cubiertos de tejuela, tiene una fachada de tres arcos de medio punto y un campanario de líneas rectas, coronado con una cruz. Es construido con maderas de alerce, roble y ciprés. De planta rectangular de una sola nave, posee piso de madera y cielo con vigas a la vista. En el altar mayor se encuentran las imágenes de san Judas Tadeo, la Inmaculada Concepción y el Sagrado Corazón.
Su fiesta patronal es el 28 octubre.