Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año.
Jornada de los migrantes. Colecta INCAMI. Comienza el Mes de la Biblia.
Un fariseo importante invita a Jesús a comer en su casa. También invita a muchos otros fariseos y personajes importantes. Más que agasajarlo quiere ponerlo a prueba y, de paso, lucirse ante sus amigos y conocidos. Como en todo banquete de este tipo, todos corren a los primeros puestos y al centro de la escena.
Jesús imparte a los presentes una lección de buena educación y hasta de protocolo. No hay que apurarse para ocupar los lugares importantes porque esto puede hacerte pasar vergüenza si te hacen dejar la cabecera para ubicar allí a otro juzgado más conveniente por el dueño de casa.
Pero el Señor va mucho más lejos: “cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos… ¡Ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”.
Este es un símbolo del banquete del Reino de los cielos. Allí nos invita Jesús a todos, y vamos porque somos pecadores, ciegos que no vemos la verdad, paralíticos en el camino de la fe, llenos de dudas y problemas… No tenemos con qué pagarle, pero él es feliz viéndonos en su mesa del Reino. Nadie tiene méritos suficientes para ser invitado ni para sentarse a esa mesa.
El Señor quiere comer con todos nosotros, no excluye a nadie… No nos da de comer… Nos quiere sentados con él a su mesa.
Ya Pablo se quejaba de la comunidad de Corinto, que celebraba la eucaristía junto con los pobres, pero no se sentaban juntos a comer…
Hay gran un contraste entre los banquetes organizados para juntar comida para los pobres y la decisión de invitarlos a compartir la misma mesa… La diferencia es entre dar comida, algo material, y entregarse mutuamente el corazón y los sentimientos. De eso estaba muy lejos el fariseo que invitó a Jesús.
“Invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos” (Lc 14, 13).
P. Aderico Dolzani, ssp.
Guía: La liturgia eucarística dominical debe ser para nosotros, cristianos, un momento fuerte en el cual juntos alabamos al Señor, juntos escuchamos su palabra, juntos ofrecemos el sacrificio redentor, juntos participamos en el banquete del amor fraterno.
Guía: Dios ama al hombre humilde y lo glorifica ante él; el soberbio es rechazado por todos.
Lectura del libro del Eclesiástico.
Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y Él es glorificado por los humildes. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él. El corazón inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento.
Palabra de Dios.
R. ¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!
Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un himno a su Nombre! Su Nombre es «el Señor». R.
El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas: Él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos. R.
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y Tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. R.
Guía: Un llamado ferviente a una vida santa, pues el cristiano ha sido tocado por la presencia viva y vivificante de Jesús, nuestro mediador.
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Ustedes no se han acercado a algo tangible: «fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras», que aquéllos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando. Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.
Palabra de Dios.
ALELUIA Mt 11, 29
Aleluia. «Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón», dice el Señor. Aleluia.
Guía: A partir de una situación concreta -un banquete de bodas- Jesús nos ofrece una doble lección: una de buena educación y otra de humildad. Ambas siguen vigentes para hoy.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio”, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate más”, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado». Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»
Palabra del Señor.
Guía: Los humildes dones del pan y del vino se hacen eucaristía por la fuerza del Espíritu, motivo para dejarnos transformar por el Señor en pan y vino de fraternidad.
Guía: La comunión con Cristo debe reflejarse en una vida de servicio a los hermanos, hecho con amor. Preguntémonos cómo lo haría Cristo ahora y aquí.
DESPEDIDA
Guía: Todo en la liturgia de hoy ha sido un llamado al amor del Señor. Mostremos a la gente que en nosotros no es algo ocasional, dominical, sino un compromiso permanente.