20º durante el año. Verde
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año.
San Alberto Hurtado. Día nacional de la solidaridad
Para las estadísticas vivimos en un país católico, al menos en su mayoría. A la pregunta sobre “a qué religión se pertenece”, la mayor parte responde optando por la católica. ¿Qué resultado tendríamos si nos hicieran la pregunta “¿Cree usted en Jesús, hijo de Dios y hombre, muerto y resucitado”? Porque ésa es la base de nuestra fe… Somos católicos por tradición, es decir, justificamos nuestra religión por nuestra cultura europea, latina o anglosajona, o simplemente familiar, muchas veces tan lejos del evangelio cuanto una cultura pagana. De hecho en nombre de la religión se han justificado guerras y opresiones, para no hablar de discriminaciones. El evangelio de hoy nos presenta un Mesías que viene a traer fuego y divisiones… Contrasta con las imágenes que tenemos de un Jesús bueno, manso como un cordero que llevan al matadero, humilde, que pone la otra mejilla. Pero el Señor habla de la violencia que trae el negarse a todo compromiso ético, ideológico, político, social o familiar que nos aleja del evangelio. No hay personas más humildes y mansas que los santos y los mártires, pero nadie más firme y decidido. Los compromisos con el mal nos hacen frágiles y sumisos frente a los fuertes, aplaudidores de los vencedores y muy exigentes con los buenos y los mansos. Hay figuras emblemáticas que nos ilustran estas divisiones evangélicas: Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, el Padre Hurtado… Ellos no dudaron en enfrentarse a autoridades familiares, religiosas o civiles… pero son las imágenes de la paz y la serenidad. Así fue Jesús, así nos quiere hoy: libres de todo compromiso para merecer y poder vivir la gracia de tener la paz del corazón.
“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra” (Lc 12, 49).
P. Aderico Dolzani, ssp.
Guía: Nos reunimos una vez más en la casa de Dios para compartir la oración, la palabra de Dios y el sacramento. Hacemos memoria de Jesús, nuestro único salvador.
Guía: La suerte del profeta Jeremías, perseguido a muerte porque incomodaba con su palabra a los poderosos, es la suerte de todo profeta, también hoy.
Lectura del libro de Jeremías.
El profeta Jeremías decía al pueblo: «Así habla el Señor: “Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia, y éste la tomará”». Los jefes dijeron al rey: «Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia». El rey Sedecías respondió: «Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes». Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En el aljibe no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro. Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: «Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad». El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre de Cusa: «Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera».
Palabra de Dios.
R. ¡Señor, ven pronto a socorrerme!
Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. R.
Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos. R.
Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor. R.
Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí; Tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío! R.
Guía: En las fatigas, luchas y sufrimientos diarios, el cristiano debe tener fijos los ojos en el Cristo paciente, para tomar ánimo y no desfallecer.
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora «está sentado a la derecha» del trono de Dios. Piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 10, 27
Aleluya. «Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor. Aleluya.
Guía: Jesús, con un conjunto de parábolas, recuerda la necesidad de velar y ser diligentes en el servicio diario para que, cuando llegue la muerte, estemos preparados al encuentro con Dios.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a sus discípulos: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.
Guía: Con el pan y el vino, llevados al altar para ser consagrados, devolvemos al Señor sus dones y le pedimos que se nos dé él mismo.
Guía: Unidos a Cristo en la intimidad de su amor, oremos confiados: “Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” (Salmo 129, 7).
Guía: Hemos participado en la fiesta dominical; sea nuestro empeño continuarla en nuestra vida y contagiar a otros con la presencia salvadora de Jesús en nosotros.