Somos parte de la comunidad de los creyentes en Jesús, único maestro y único salvador. En comunión con toda la Iglesia, con fe y amor, caminamos tras sus pasos.
Nos cuestionamos ante el Señor por nuestras omisiones, porque no hemos hecho el bien urgente y a nuestro alcance.
A través de un lenguaje poético, el profeta anuncia la reunificación de todos los pueblos en el único pueblo de Dios.
Como un buen padre corrige a sus hijos, así el Padre Dios nos corrige, a veces con dureza, para que demos frutos de justicia y paz.
La puerta de la salvación es estrecha y exige una correspondencia constante y seria al llamado del Señor.
La ofrenda del pan y del vino nos obtenga los dones de la unidad y de la paz.
La comunión con Jesús debe manifestarse ante todo en el cumplimiento fiel de la voluntad de Dios.
Vayamos a anunciar, en medio de un mundo cambiante, conflictivo y sin misericordia, el poder salvador de Cristo.