La Transfiguración del Señor (F). Blanco.
Gloria. Prefacio propio.
La Transfiguración es un anticipo de la gloria que Cristo gozará en la casa del Padre, a la cual accede a través del calvario, de la resurrección y de la ascensión. El cuerpo de Jesús brilla con el esplendor que tendrá una vez resucitado. Jesús elige como testigos de esta experiencia a los tres discípulos preferidos, para fortalecerlos su fe en su divinidad, sacudida por el anuncio de su muerte. El recuerdo de la transfiguración y la certeza de la resurrección, dieron fortaleza a Jesús en la agonía del huerto de los olivos, en la subida al calvario y en la cruz. Con esta experiencia, Jesús nos da una valiosa enseñanza: en el sufrimiento, la agonía y la muerte, la fortaleza nos vendrá de la esperanza de resucitar como él. La voz del Padre: “Este es mi Hijo predilecto; escúchenlo”, preanuncia la adopción filial divina de quienes, escuchando y siguiendo al Hijo de Dios, se hacen hijos de Dios, hermanos y colaboradores suyos, que compartirán su resurrección y su gloria: “Donde yo estoy, quiero que estén también ellos”, pide Jesús al Padre. La transfiguración confirma la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, Hijo del Dios vivo”, y anuncia la segunda venida gloriosa de Jesús: “El Hijo del hombre vendrá en la gloria del Padre”.
Lectura de la profecía de Daniel.
Daniel continuó el relato de sus visiones, diciendo: “Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego brotaba y corría delante de Él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros. Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; Él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta Él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.
Palabra de Dios.
Comentario: Los reinos de este mundo se disputan la primacía y el dominio sobre sus habitantes y los demás pueblos de la Tierra. En medio de esta lucha, aparece Daniel inculcando esperanza y confianza, afirmando que el reinado de Dios nunca será vencido por nuestras ambiciones y luchas por ocupar el lugar de Dios.
R. El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables. Nubes y Tinieblas lo rodean, la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.
Las montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra. Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque Tú, Señor, eres el Altísimo: estás por encima de toda la tierra, mucho más alto que todos los dioses. ¡El Señor reina! ¡Alégrese la tierra! R.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pedro.
Queridos hermanos: No les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza. En efecto, Él recibió de Dios Padre el honor y la gloria, cuando la Gloria llena de majestad le dirigió esta palabra: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección». Nosotros oímos esta voz que venía del cielo, mientras estábamos con Él en la montaña santa. Así hemos visto confirmada la palabra de los profetas, y ustedes hacen bien en prestar atención a ella, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones.
Palabra de Dios.
Comentario: San Pedro escribe sobre la transfiguración luego de haber visto a Jesús resplandeciente y escuchado la voz de Dios Padre, que venía del cielo. En medio de la tendencia a seguir las olas de la moda, escuchemos a quienes hablan como testigos de Dios, es decir, sus palabras concuerdan con su vida, no simples portavoces de doctrinas.
ALELUYA Mt 17, 5
Aleluya. Éste es mi Hijo amado, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con Él. Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, iqué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Comentario: Pedro estaba entusiasmado por quedarse ahí donde Jesús se les manifestó en todo su esplendor. Pero pronto, con sus dos compañeros, debió bajar a la dura realidad. Jesús sólo los preparaba para su muerte y resurrección. Siempre tendremos momentos de luz que servirán para que luego caminemos por las oscuridades de la vida.