Leccionario Santoral: Cant 3, 1-4 (o bien: 2Cor 5, 14-17); Sal 62, 2-6. 8-9; Jn 20, 1-2. 11-18.
LECTURA Jer 1, 1. 4-10
Lectura del libro de Jeremías.
Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín. La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: «Antes de formarte en el vientre materno, Yo te conocía; antes de que salieras del seno, Yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones». Yo respondí: «¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven». El Señor me dijo: «No digas: “Soy demasiado joven”, porque tú irás adonde Yo te envíe y dirás todo lo que Yo te ordene. No temas delante de ellos, porque Yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–». El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar». Palabra de Dios.
Comentario: El llamado de Dios a los profetas es siempre para realizar una misión en medio del Pueblo. Él solamente invita, pero no condiciona ni obliga a nadie. Siempre respeta la libertad de la persona cuando es un “sí” o un “no”. Jeremías tendrá que plantar la buena semilla de la Palabra, pero también tendrá que extirpar de raíz el mal que se extiende en el pueblo. A esa misión profética también es llamado todo creyente.
SALMO Sal 70, 1-6. 15. 17
R. ¡Mi boca anunciará tu salvación, Señor!
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R.
Sé para mí una roca protectora, Tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque Tú eres mi Roca y mi fortaleza. ¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R.
Porque Tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el seno materno fuiste mi protector. R.
Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación. Dios mío, Tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.
ALELUIA
Aleluia. La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre. Aleluia.
EVANGELIO Mt 13, 1-9
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!». Palabra del Señor.
Comentario: La parábola hace hincapié en las dificultades con que se encuentra la Palabra. Es decir, ya no es la gran cosecha lo más importante, sino lo que se siembra o cómo se dispone cada creyente para acoger la Palabra. Jesús alude precisamente a las “disposiciones” y “actitudes” humanas ante la Palabra de Dios que interpela e invita a tomar posición en la vida.