Santiago, apóstol (F). Rojo
Gloria. Prefacio de los Apóstoles.
Era natural de Betsaida, junto al lago Tiberíades. Se lo denomina “el Mayor”, para distinguirlo de Santiago de Alfeo. Era hermano de Juan y compartían con su padre Zebedeo, el oficio de pescadores. Simón Pedro y Andrés su hermano ya estaban con Jesús cuando llamó a Santiago y a Juan. Con Pedro y Juan fue testigo de la Transfiguración, de la resurrección de la hija de Jairo y de la noche en Getsemaní. Cuando su madre Salomé pidió a Jesús puestos de honor en su reino para sus hijos, él les dijo: “¿Son ustedes capaces de beber el cáliz que yo he de beber?” Ambos dijeron que sí, pero sin suponer a lo que se comprometían. Sin embargo, el Maestro les tomó la palabra, y Santiago fue el primer Apóstol mártir, decapitado por Herodes en Jerusalén el año 42. Hasta aquí las noticias ciertas. Hay indicios serios que indican que evangelizó en España.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Llevamos un tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así, aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes la vida. Pero, teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: «Creí y por eso hablé», también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que Aquél que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con Él y nos reunirá a su lado junto con ustedes. Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Comentario: El apóstol Pablo se siente débil y pequeño ante la misión de anunciar el evangelio. Su fuerza se fundamenta en la gracia de Dios, quien le confió esta tarea. Es un testimonio para cuantos hemos recibido el bautismo, y más para quienes fuimos consagrados/as o recibimos el orden Sagrado.
R. Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas, y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían: «¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!». ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
ALELUYA
Aleluya. Dice el Señor: Yo los elegí del mundo, para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquel tiempo: La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante Él para pedirle algo. «¿Qué quieres?», le preguntó Jesús. Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». «No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé?». «Podemos», le respondieron. «Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre». Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Palabra del Señor.
Comentario: No se pude poner al mismo nivel el Reino de Dios y los reinos de este mundo. Una madre cristiana puede ambicionar lo mejor para sus hijos, pero nunca estimularlos para que tengan privilegios en la Iglesia. Los puestos de gobierno en nuestras comunidades están para servir, no para asegurarnos el honor y el poder.