Tiende tu mano al pobre. Con estas palabras del libro del Sirácides el Papa Francisco propone su reflexión para la IV Jornada Mundial de los Pobres, a celebrarse en toda la Iglesia el domingo 15 de noviembre. Se trata de un mensaje que irrumpe directamente en el dramático momento que el mundo entero vive a causa del Covid-19, en el cual muchos países continúan combatiendo en el esfuerzo por llevar alivio a cuantos son víctimas inocentes del mismo.
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La reflexión del Santo Padre se desarrolla a la luz de la imagen bíblica que ve un hombre sabio, Jesús, hijo de Sirá, que vivió unos doscientos años antes del nacimiento de Cristo. Las preguntas que se planteaba giraban en torno al tema de dónde residía la sabiduría y qué respuesta de sentido podría ofrecer a los acontecimientos de la vida. En ese sentido, el Papa señala que son las mismas preguntas que han marcado la vida de millones de personas en estos meses de coronavirus: la enfermedad, el luto, la incertidumbre de la ciencia, el dolor, la falta de las libertades a las que se está acostumbrado, la tristeza de no poder despedirse de las personas a quienes se quiere.
Frente a esas realidades, e interpretando el texto bíblico, Francisco enfatiza que el autor sagrado: “insiste en el hecho de que en la angustia hay que confiar en Dios: Mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que al final seas enaltecido. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación. En las enfermedades y en la pobreza pon tu confianza en él. Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él”.
El tema de la “imagen de Dios” impresa en el rostro del pobre es extremadamente significativo porque obliga a no poder dirigir la mirada a otro lugar cuando se desea vivir una existencia plenamente cristiana. En este sentido, la metáfora de “extender la mano” adquiere su valor más profundo porque obliga a volver a las palabras del Señor que quiso identificarse con aquellos que carecen de lo necesario y viven en condiciones de marginación social y existencial.
El mensaje del Papa ejemplifica diversas situaciones que en estos meses de pandemia han visto una mano extendida y que están impresas en la mente de todos: “La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. La mano tendida de la enfermera y el enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. La mano tendida de los que trabajan en la administración y proporcionan los medios para salvar el mayor número posible de vidas. La mano tendida del farmacéutico expuesta a tantas exigencias en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón roto. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida. La mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo”.
La mano tendida, por lo tanto, es una invitación a asumir la responsabilidad de dar la propia contribución que se evidencia en los gestos de la vida cotidiana para aliviar la suerte de los que viven en la desgracia y carecen de la dignidad de los hijos de Dios. El Papa Francisco no teme identificar a estas personas como verdaderos santos, “aquellos de la puerta de al lado” que, con sencillez, sin ruido y sin publicidad ofrecen el genuino testimonio del amor cristiano. La masiva presencia de tantos rostros de pobres requiere que los cristianos estén siempre en primera línea, y que sientan la necesidad de saber que les falta algo esencial en el momento en que un pobre se presenta delante. “No podemos sentirnos ‘bien’ cuando un miembro de la familia humana es dejado al margen y se convierte en una sombra”, escribe en el mensaje.
Tender la mano al pobre es una invitación a la responsabilidad
El Papa cita a san Pablo en la carta a los Gálatas: “Es una llamada a llevar las cargas de los más débiles, como recuerda san Pablo: «Mediante el amor, poneos al servicio los unos de los otros. Porque toda la Ley encuentra su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. […] Llevad las cargas los unos de los otros» (Ga 5,13-14; 6,2)”. Y continúa: “El Apóstol enseña que la libertad que nos ha sido dada con la muerte y la resurrección de Jesucristo es para cada uno de nosotros una responsabilidad para ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más débiles. No se trata de una exhortación opcional, sino que condiciona de la autenticidad de la fe que profesamos”. Y refiriéndose a lo anterior concluye: “la Palabra de Dios nunca nos deja tranquilos y continúa estimulándonos al bien”.
El impacto de la pandemia
“Esta pandemia llegó de repente y nos tomó desprevenidos”, afirma Francisco, “dejando una gran sensación de desorientación e impotencia. Sin embargo, la mano tendida hacia el pobre no llegó de repente”. El Papa insiste en que para servir hay que estar preparados, y que eso no se logra de un momento a otros, necesita un proceso de crecimiento y afianzamiento en la fe. Las incertezas a las que nos enfrenta este momento que vivimos, nos hacen sentir frágiles, limitados, inseguros. A esto añade el Papa, la falta de trabajo, de personas queridas, de relaciones interpersonales. Sin embargo, dice Francisco: “Encerrados en el silencio de nuestros hogares, redescubrimos la importancia de la sencillez y de mantener la mirada fija en lo esencial. Hemos madurado la exigencia de una nueva fraternidad, capaz de ayuda recíproca y estima mutua. Este es un tiempo favorable para «volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo”.
El Papa nos recuerda que hay gestos que dan sentido a la vida, por eso afirma: “Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día!”
En su mensaje el Papa describe las múltiples manos que se tienden para ayudar a los más pobres y afirma: “Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver!” Y aunque podamos tener la impresión de que el mal es más fuerte, recuerda que “Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo”.