Esta mañana, en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa Francisco ha continuado con su ciclo de catequesis acerca de la oración, hablando hoy del tema El misterio de la creación (Sal 8,4 5-10). A partir de la lectura del salmo, el Santo Padre ha recordado a los cristianos que “la vida, el simple hecho de existir, abre el corazón humano a la oración”. Por otro lado, recalcó que el asombro ante la contemplación de la belleza de la casa que habitamos es motivo suficiente para dar gracias, para alabar a Dios por la existencia.
Para Francisco, la oración es la primera fuerza de la esperanza. “Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta. Porque los hombres de oración custodian las verdades basilares; son los que repiten, primero a sí mismos y luego a todos los demás, que esta vida, a pesar de todas sus fatigas y pruebas, a pesar de sus días difíciles, está llena de una gracia por la que maravillarse”, manifestó.
“Los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Creen que el amor es más fuerte que la muerte, y que sin duda un día triunfará , aunque en tiempos y formas que nosotros no conocemos. Los hombres y mujeres de oración llevan en sus rostros destellos de luz: porque incluso en los días más oscuros el sol no deja de iluminarlos. La oración te ilumina: te ilumina el alma, te ilumina el corazón y te ilumina el rostro. Incluso en los tiempos más oscuros, incluso en los tiempos de dolor más grande”, agregó.
La belleza y el misterio de la Creación generan en el corazón del hombre el primer movimiento que suscita la oración. De acuerdo a Francisco, cuando la amargura de la vida parece ahogar en cada persona el don de la oración, basta con contemplar un cielo estrellado, una puesta de sol, una flor…, para reavivar la chispa de la acción de gracias.
“El hombre orante contempla el misterio de la existencia a su alrededor, ve el cielo estrellado que lo cubre -que los astrofísicos nos muestran hoy en día en toda su inmensidad- y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa… Y, en esta inmensidad ilimitada ¿qué es el hombre? “Qué poco”, dice otro salmo (cf. 89:48): un ser que nace, un ser que muere, una criatura fragilísima. Y, sin embargo, en todo el universo, el ser humano es la única criatura consciente de tal profusión de belleza. Un ser pequeño que nace, muere, hoy está y mañana ya no, es el único consciente de esta belleza. ¡Nosotros somos conscientes de esta belleza!”, señaló.