Jesús declara que el sentido de su venida es llevar a cumplimiento la Ley y lo que anunciaban los Profetas. Por medio de esta óptica podemos entender mejor la nueva ley nacida de las acciones de Jesús y de sus discípulos. De estos últimos depende, en gran medida, que este nuevo modo de entender el mundo y la sociedad se plasme en el corazón del hombre. En este sentido, las categorías “menor” o “mayor” no quieren establecer una jerarquía en sus discípulos, sino que son una forma peculiar para manifestar la pertenencia o no al plan de Jesús, pues ser mayor en el Reino de los cielos es estar comprometido con su causa y menor es estar fuera de él. Por eso las instrucciones dadas por Jesús apuntan a tres cosas: a los conflictos con el prójimo, al comportamiento hacia la mujer y a la relación con la verdad.
El Antiguo Testamento prohibía el homicidio, el asesinato o la venganza personal (cf. Deut 5, 17): Jesús es contrario a todo aquello que impide ver al otro como un hermano. Tanto la ira, el insulto o el rencor son contrarios al amor de Dios, porque no dan cabida a la caridad y a la fraternidad. Además, señala cómo debe ser la relación con la mujer de otro y con la propia mujer. Es necesario poner límites a las fuerzas naturales del deseo y del placer sexual. Junto a la vida del prójimo, el respeto incondicional por la comunión de vida entre los esposos ha de ser primordial y recíproca.
Es inútil invocar el nombre de Dios como defensor de causas injustas o como testigo de la verdad de nuestras afirmaciones o promesas, porque impide una relación directa con la verdad. Con esto Jesús no quiere imponer leyes arbitrarias sino que presenta una nueva jerarquía de valores que posibilita a sus discípulos ser coherentes con la verdad en relación consigo mismos, con los demás y con Dios.
“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5, 17).
P. Fredy Peña T.